motor de combustion interna
Historia

El motor de combustión interna: ¿un desliz histórico?

15 de julio de 2022

El motor de combustión interna tuvo su origen a finales del siglo XVIII y supuso un innegable impulso en materia de desarrollo. El poder obtenido por parte de la humanidad ha permitido avanzar como sociedad y aumentar la calidad de vida. Sin embargo, la propulsión mediante combustión tiene sombras y un sinfín de externalidades. ¿Fue la combustión un desliz histórico?

Si bien es cierto que se considera al motor de combustión, al menos su uso generalizado, una tecnología a superar con otras más limpias (como las eléctricas o de hidrógeno), no está tan claro que fuese un desliz histórico. Quizá solo supone una fase de ‘adolescencia tecnológica de la humanidad’, un motor de cambio desfogado y revoluciones explosivas que quizá pronto quede eclipsada por otras tecnologías más limpias.

Los motores de combustión estarán acotados en la historia

Toda tecnología tiene una fecha de expiración cuando el siguiente desarrollo la releva y sustituye. Los motores de combustión interna no son una excepción, pero sí son una curiosidad histórica, como se verá en el siguiente apartado. Dado que su materia prima es de un tipo no renovable, en algún momento la época de los combustibles fósiles tendrá algún tipo de final, ya sea porque no quede más o porque se haya abandonado esta fuente.

Eso sí, el pico de producción (pico de Hubbert o peak oil) ya ha sido superado en la mayoría de los países productores de petróleo. Algunos hace décadas, como es el caso de Austria (1955) o Estados Unidos (1970). Incluso Kuwait (2013), Arabia Saudita (2014) o Irak (2018) han superado ese pico.

plataforma de perforacion en el oceano

Si la transición energética se realiza tal y como aparece en el calendario global (la Comisión Europea ha aprobado que en 2035 ya no se puedan vender coches de combustión), seguramente que los motores de combustión dejen de estar tan presentes en unas décadas. “La Edad de Piedra no se acabó por falta de piedras”, solía decir Ahmed Zaki Yamani, ministro de petróleo de Arabia Saudita de 1962 a 1986.

Los pocos que se usen en un futuro verde tendrán un combustible con origen vegetal o de residuos, sus emisiones conjuntas quedarán muy por debajo de lo que la Tierra puede absorber y toda su industria tendrá que tener un tamaño tal que no exija grandes áreas de cultivo para producir el biofuel.

Aunque actualmente el combustible sintético proviene de cultivos, es altamente probable que en el futuro se usen combustibles derivados de residuos, de forma que no se afecte a las áreas verdes protegidas. Puede incluso que se obtengan de microplásticos hoy problemáticos, a través de procesos de pirólisis. Pero esto es futuro. ¿Qué fue del pasado?

Motores de combustión, ¿un desliz histórico?

No cabe ninguna duda de que los motores más usados en el futuro serán eléctricos, y que en algunos casos estos funcionarán con pilas de combustible limpio como el hidrógeno verde. Pero lo más interesante de la historia de la movilidad a motor es que los primeros motores fueron también eléctricos. E incluso las primeras empresas que los explotaron.

En 1740, más de cinco décadas antes de que John Barber patentase su turbina de gas, el escocés Andrew Gordon y el estadounidense Benjamin Franklin (sí, ese Franklin) experimentaron con los motores electrostáticos. Para cuando en 1908 se empezó a fabricar el Ford T en serie, los vehículos eléctricos llevaban casi un siglo circulando por Países Bajos. Después, la combustión arrasó con todo.

Ford T

Aunque hacia 1910 la electrificación había avanzado muchísimo, y de hecho las primeras compañías de vehículos eléctricos veían la luz en algunas ciudades europeas —es muy conocido el caso de la compañía de taxis eléctricos Walter Bersey, en 1897 en Londres—, lo cierto es que no estaba lo suficientemente desarrollada como para competir con el poder calorífico del petróleo.

El fácil acceso al petróleo, combinado con la altísima liberación de energía de su quema, desplazó rápidamente cualquier innovación eléctrica. Además, congeló cualquier captación de fondos para su desarrollo a futuro. Durante casi un siglo, la motorización eléctrica ha vivido en lo que en industria se conoce como invierno: falta absoluta de fondos para investigación y desarrollo.

Si el futuro de los motores es la descarbonización, ¿puede considerarse el siglo XIX como un desliz histórico? ¿Un callejón sin salida? Lo cierto es que es muy difícil saberlo, y muy poco probable que sea considerado exactamente así.

Hacia la electrificación de la movilidad

ciudad peatonal

Una forma de observar la quema de combustibles desde la perspectiva del futuro quizá sea el grado de maduración de la humanidad. Por ejemplo, aunque profundamente ineficaz y casi universalmente abandonada, la cocina prehistórica que usa fuego no es considerada un error histórico, sino más bien una fase inmadura y primitiva que permitió avances importantes.

El motor de combustión, con todos los problemas que generó su implantación, y sigue generando en la actualidad, también ha permitido el desarrollo de todo tipo de industrias sin las cuales es complicado que la humanidad hubiese alcanzado este nivel de prosperidad compartida. Aunque en la actualidad estemos seguros de poder optar por otras vías, a principios del XIX no estaba nada claro. No contábamos con el conocimiento disponible actualmente.

En el presente, por ejemplo, es obvio que en los entornos urbanos no tiene sentido liberar emisiones de ningún tipo. Si la ciudad es compacta se puede caminar, pedalear o usar soluciones de movilidad masiva disponibles, y si es dispersa una opción es la movilidad eléctrica. Pero esto no siempre fue evidente. Hubo un tiempo en que la movilidad a caballo era la única alternativa.

A medida que la humanidad madura y consolida el conocimiento científico, también es más consciente de su impacto. Cuando los primeros motores de combustión fueron patentados, la sociedad era más cándida, iletrada e ignorante. Simplemente, carecía de herramientas suficientes como para descartar los combustibles fósiles por sus externalidades.

Es posible que dentro de algunos milenios se mire al pasado con unos ojos similares. Acostumbrados a cuidar del planeta, la población podría ver el momento presente como una fase de maduración. Una en la que aprendimos mucho.

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