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Sostenibilidad

Microplásticos, el próximo gran reto de las EDAR

24 de agosto de 2021

Desconocidas para la mayoría de la población, las EDAR (estación depuradora de aguas residuales) son elementos imprescindibles para eliminar o reducir la contaminación de las aguas, ya sea tratando residuos urbanos o salidas de la industria. ¿El problema? Muchos microplásticos consiguen ‘escapar’ de estos sistemas de limpieza, uno de los motivos por los que es frecuente verlos en el océano. Curiosamente, las EDAR (actualizadas) pueden ser la solución. 

¿Qué es una EDAR y qué hace por ti? 

El tratamiento de las aguas residuales es un básico de los asentamientos urbanos e industriales. Sencillamente, no se puede verter los residuos (por ejemplo fecales) sobre masas de agua como ríos, lagos o mares. Su impacto sería demasiado grande, y por eso se diseñan y construyen plantas EDAR. 

El agua residual entra en las EDAR para recibir un pretratamiento y un tratamiento primario, que generalmente consiste en tamizado de sólidos finos, desarenado y desengrasado. El objetivo es retirar los sólidos grandes para poder luego tratar los líquidos por separado. 

Tras ello se realiza un tratamiento de aguas residuales secundario, cuyo objetivo es eliminar la materia orgánica en lodos compuestos. Dentro de esta fase hay tratamientos como reactores de secado, lagunaje aireado, lechos de turba o biodiscos, entre otros. El agua ya ha logrado desprenderse de buena parte de los residuos, pero no de todos. 

El tratamiento terciario consiste en disminuir los sólidos en suspensión, los coliformes y otros elementos patógenos antes de poder verter las aguas ya limpias en otras masas de agua. Por descontado, las plantas potabilizadoras, llamadas ETAP por sus siglas de Estación de Tratamiento de Agua Potable, tienen tratamientos que se suman a los anteriores. 

 Muchos microplásticos escapan a todo filtro 

Los microplásticos son un tipo de residuo especial. Relativamente nuevo, históricamente hablando, la NOAA (Administración Nacional Oceánica y Atmosférica) clasifica como microplástico todo aquel fragmento plástico inferior a 5 mm. 

La rodadura de neumáticos y las botellas de plásticos liberan grandes cantidades de microplásticos (de hecho, el agua de botella PET tiene 25 veces más que el agua del grifo), pero la realidad es mucho más compleja y las fuentes de microplástico son más variadas de lo que suele pensarse. Algunas incluso están en el entorno doméstico. 

La industria cosmética, por ejemplo, usa muchos componentes plásticos en sus productos. Muchas pastas de dientes contienen microplásticos en forma de esferas que ayudan a limpiar los dientes, y lo mismo ocurre con las cremas. La ropa de tejidos sintéticos como la poliamida, el poliéster o el nailon también suelta fibras de plástico que terminan descomponiéndose en microplásticos. 

El problema es que estos fragmentos escapan al filtro de la lavadora. Pero también escapan a filtros de tamiz de las EDAR, así como otros basados en procesos físicos y químicos. El resultado es que el microplástico llega a las masas de agua, donde entra en la cadena alimentaria. En 2019 ya se encontró en pescados y mariscos, y en 2020 incluso en la placenta de embarazadas.  

¿Qué problemas causan los microplásticos? 

microplásticos problema ambiental

Como este reto es relativamente reciente, aún no se tiene mucha información sobre las consecuencias del microplástico en nuestro entorno. Aunque sí se sabe que el microplástico “libera disruptores endocrinos” como las moléculas. Esto significa que son capaces de alterar el sistema hormonal humano, e incluso hacerlo disfuncional. Desde luego, no son buenas noticias. 

Tampoco lo son para la vida marina y el resto de especies. Los microplásticos se acumulan al igual que lo hacen los metales pesados: cuanto más arriba en la cadena trófica, más densidad de microplásticos. Una estimación de 2019 sugería que cada persona ingiere miles de partículas de microplástico anual, y unos 5 gramos a la semana. Incluso si la cifra está mayorada, el problema es serio. 

Pero por desgracia no acaba ahí el alcance del problema. Desde 2018, gracias a un complejo estudio sobre el ciclo de vida del plástico, se sabe que el microplástico, al desintegrarse, libera metano. Es decir, a las emisiones de carbono y otros gases de efecto invernadero asociadas directamente a la actividad humana ahora también hay que añadir esta otra. 

 Las EDAR con ósmosis inversa, una solución interesante 

Que muchas EDAR no estén adaptadas a la captación de microplásticos no significa que no existan las que sí lo están. La ósmosis inversa, disponible ya en muchos centros de tratamiento de aguas, son una solución interesante a este problema. Esta tecnología es capaz de filtrar partículas de varios micrones, la milésima parte de un milímetro. Ahora sí, es posible atrapar el microplástico. 

La tecnología de ósmosis inversa se usa mucho en procesos de desalación, por lo que podrían servir también para limpiar los océanos, al menos de forma limitada, como ya ocurre con los procesos de captación de CO2 ambiental. Por fin se dispone de la tecnología para ‘limpiar’ las aguas y los cielos. 

Dicho esto, dejar de emitir gases de efecto invernadero o producir microplásticos es la mejor estrategia para reducir su impacto ambiental. 

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