Persona en una tienda de campaña sobre un trineo de nieve impulsado por una cometa de viento
Diseño e ingeniería

De tender puentes a navegar a vela sobre un desierto de hielo

25 de mayo de 2018

Es el único continente bañado por tres océanos distintos. Sus tierras guardan alrededor del 70% del agua dulce del planeta. Tiene montes de hasta 5.000 metros de altura y casi 18.000 kilómetros de costa. Pero la Antártida es, sobre todo, una gran planicie helada. Alrededor del 98% de su superficie está cubierta por una capa de hielo de 1.500 metros de espesor. Un desierto congelado azotado por vientos polares. Un mar de hielo por el que una expedición española, a bordo de un trineo de viento, navegará el próximo verano austral.

Manuel Olivera lleva 24 años trabajando en Ferrovial Agroman. Ahora se encarga de gestionar y asesorar en temas de maquinaria en las obras de la compañía en el extranjero. Pero se pasó muchos años “a pie de obra”, con responsabilidad directa en proyectos como el puente de Uztarreta, en el País Vasco, o del Barranco de la Batalla, en Valencia. En unos meses, será uno de los cuatro integrantes de la primera campaña científica a la Antártida del trineo de viento.

Equipo de proyecto del trineo de hielo en la Antártica

Integrantes de la Circunnavegación de Groenlandia a bordo del trineo de viento. A la izquierda, Manuel Olivera.

Será la tercera vez que Olivera se ponga a los mandos de este singular vehículo ideado por el explorador polar Ramón Larramendi y diseñado junto a Javier de la Puente. Antes participó en la primera Circunnavegación de Groenlandia, en 2014, y la Expedición Cumbre de Hielo, también en la isla danesa, dos años más tarde. Mucho antes, ya había formado parte de la Expedición Circumpolar Mapfre 1990-1993, aunque el trineo eólico todavía no había hecho su aparición.

Su relación con Larramendi había empezado unos años más atrás. Ambos compartían un grupo común de gente conocida en Madrid. “Un día se presentó diciendo que, en dos días, se iba a Groenlandia y no tenía resuelto el transporte hasta Dinamarca. Coincidió que estaba visitándome uno de mis hermanos. Pasaba por allí porque se acaba de comprar un coche, un Renault 4, un cuatro latas”. Olivera le comentó el caso mientras cenaban. “Esa misma noche llamaron a Ramón y se fueron hasta Copenhague”.

Pero, ¿qué es el trineo de viento?

A lo largo de la historia de la exploración polar, varios aventureros han buscado aprovechar las planicies planas del interior de Groenlandia o la Antártida y los fuertes vientos que las azotan para convertir los trineos en veleros. El proyecto del trineo de viento es la última expresión de esta carrera de innovación, a medio camino entre la ingeniería y el espíritu aventurero. Es el décimo de una serie de prototipos, mide 14 metros de largo por tres de ancho y puede trasladar hasta dos toneladas de peso.

A partir de noviembre, el proyecto afronta su tercera campaña en los territorios del polo sur, la primera con un objetivo eminente científico. Estos días se trabaja contrarreloj para terminar un vehículo que va a estar configurado en cuatro módulos independientes. En cabeza, la locomotora, conectada a las cometas que la impulsarán a velocidades de hasta 60 kilómetros por hora. Son 20 cometas de diferentes tamaños, que se utilizarán en función de las condiciones de viento, conectadas a una serie de poleas en la cabecera del trineo por una línea de hasta 500 metros de longitud.

El equipo del proyecto dentro de uno de los módulos del trineo de viento

El equipo hace vida en el último de los módulos del trineo de viento.

Detrás de la locomotora, se colocan los dos módulos de carga para el equipo científico y de supervivencia. Ambos estarán equipados con paneles fotovoltaicos y una serie de baterías y acumuladores. La cuestión energética es clave para esta campaña y aún se están estudiando diferentes opciones de producción y almacenaje. En último lugar está el módulo habitable, la vivienda y laboratorio para los cuatro integrantes de la expedición.

“Tener mayor capacidad de captar y almacenar electricidad es uno de los grandes retos. Nos hemos reunido con Saft, uno de los proveedores de baterías de la NASA y de la ESA. Estamos apostando por una solución modular de baterías de litio muy optimizadas. Tendremos que tener un cuidado extremo para que no se descarguen por culpa del frío. Todas las baterías, incluidas las pilas, tendrán que estar en un recipiente calefactado para que no sufran las temperaturas extremas”, explica Olivera, que se encargará de las labores de documentación de la misión.

Toda la logística que rodea a la expedición, la tecnología hecha a medida y el propio trineo están siendo financiadas a través de una campaña de crowdfunding en Verkami que está ya en sus últimos días. De momento, han colaborado unos 320 mecenas y se han recaudado cerca de 28.000 euros, casi suficientes para sufragar la construcción del trineo.

Manuel Olivera recogiendo muestras científicas en una expedición anterior.

Manuel Olivera recogiendo muestras científicas en una expedición anterior.

Una aventura para la ciencia

“La ingeniería te exige usar el ingenio para resolver problemas. Un ingeniero es una persona que, pensando y gracias a unos conocimientos y a una experiencia, puede ser capaz de resolver un problema que parece que tiene solución. Esta es la vertiente aventurera de la ingeniería”. Los límites entre ciencia y exploración siempre han sido borrosos. La resolución de problemas y la superación de límites, y la búsqueda final del conocimiento, son su objetivo trasversal.

La primera campaña científica a la Antártida del trineo de viento tiene, evidentemente, mucho de aventura. Pero, sobre todo, quiere ser ciencia. El gran objetivo es demostrar la utilidad del trineo eólico como herramienta científica, como laboratorio móvil en el continente antártico, donde la ciencia española no cuenta con infraestructuras propias (las dos bases están en las islas Shetland del Sur).

Por el momento, hay varios proyectos cuya presencia a bordo del trineo está confirmada. Entre ellos, destacan una estación meteorológica automática de AEMET que va a medir, entre otras cosas, la velocidad y el rumbo de los vientos polares; un equipo de detección de muones de la Universidad de Alcalá de Henares; y un equipo de recogida de muestras para Microairpolar, un proyecto de la Universidad Autónoma de Madrid para identificar los microorganismos presentes en el aire antártico.

Además, es probable que se acaben incluyendo proyectos de la Agencia Espacial Europea (ESA) o instituciones científicas de Estados Unidos como la Universidad de Princeton o la de Wisconsin-Madison, donde se encuentra el Center for Climatic Research. En los últimos días, Ramón Larramendi ha recorrido varios centros del país norteamericano ofreciéndoles la oportunidad de formar parte de la campaña.

 

Ruta que recorrerá el trineo en su tercera aventura antártida.

Ruta que recorrerá el trineo en su tercera aventura antártica.

La ingeniería al servicio de la exploración

Junto a Larramendi, Hilo Moreno e Ignacio Oficialdegui (los otros dos exploradores que integran el equipo), el ingeniero de Ferrovial Manuel Olivera recorrerá 2.000 kilómetros de planicie helada a bordo del trineo de viento. La ruta planeada, que es la más corta de las últimas expediciones del trineo, discurre entre la base rusa Novolázarevskaya, la base Plateau y el domo Fuji. El viento será su único motor. La experiencia previa y el ingenio, el mayor aliado de la tripulación.

“El éxito de la expedición pasa por que todos los experimentos lleguen a buen puerto. Que todos los aparatos hayan funcionado de forma continuada. Que cuando lleguemos de vuelta y se los entreguemos a los científicos nos digan: perfecto, hay un registro completo”, dice Olivera. Y demostrar así que el vehículo puede ser parte del programa antártico español.

El trineo de viento recorriendo la planicie helada de Groenlandia.

El trineo de viento recorriendo la planicie helada de Groenlandia.

El resto es todo aventura, exploración y poner pie en el continente helado. Llegar a donde no llega casi nadie. “La impresión de viajar por esas planicies infinitas… Es de una belleza que te subyuga. Cuando miras atrás y ves las marcas de los raíles se te ponen los pelos de punta. Dices, vengo del más allá y no me he cruzado con ninguna persona. Y son huellas que vuelven a desaparecer rápidamente bajo el viento y las nevadas”, concluye Manuel Olivera.

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