Puerta naranja con señal de red eléctrica
Infraestructuras

Instalaciones, esas grandes olvidadas

08 de enero de 2020

Ocho de la mañana. Salta el temporizador y una señal digital recorre el edificio. Fracciones de segundo después el ordenador central usa la información de sensores y datos históricos. Envía una segunda señal y enciende la climatizadora, que se estremece con un zumbido creciente hasta alcanzar el rango de operación. Desde la azotea, el edificio cobra vida. Una hora después, sin reparar en esto, los empleados entran en una oficina confortable.

Las instalaciones juegan un importante papel en el confort de la edificación. Son las que calientan o enfrían el aire para alcanzar el esquivo “confort térmico”, las que proveen de conectividad a las distintas salas, las que permiten tirar de la cadena con éxito (sí), o las que facilitan que el ascensor transporte gente a los pisos superiores. Pero, ¿las conocemos y valoramos como se merecen? ¿Les damos el reconocimiento que deberían tener?

La conocida instalación eléctrica

Quizá la instalación más conocida de todas es la instalación eléctrica. Después de todo, una de las actividades más frecuentes en cualquier sala es encender y apagar su iluminación. Esta funciona, desde ya bastante tiempo, con electricidad, un elemento que muchos visualizan como un fluido y cuyo tendido a veces es más fácil explicar si lo comparamos con el sistema venoso del cuerpo.

Al menos para las líneas monofásicas, las más usadas a nivel de edificio en “entornos de usuario”, los cables que cierran circuitos bien parecen la ida y vuelta al “corazón” eléctrico del inmueble. Para la trifásica, con cuatro líneas y tres de ellas desfasadas 120º en el periodo de la onda, la metáfora es más compleja. Las habilidades técnicas, también.

De hecho, suele ser la trifásica la que se encarga de bombear energía al resto de los sistemas que mantienen vivo el edificio. Sin su fluido eléctrico, distribuido por verticales y falsos techos bajo tubo corrugado, operar un edificio sería una tarea titánica (tal y como demostró la servidumbre del XVII), y no tendríamos una climatización como aquella de la que disfrutamos.

Climatización, punto primero del confort

Si la electrificación del espacio de trabajo u hogar, en detrimento del gas, fue el gran hito que fomentó la Tercera Revolución Industrial, un mejor ajuste de la climatización es sin duda la medida estrella que templa la cuarta y aviva la quinta. De hecho la palabra “confort” es un término relativamente nuevo.

En el año 1770 el escritor H. Walpole escribió a una tal señora White usando, por primera vez, la palabra “confort” tal y como hoy la conocemos. Al parecer la señora White hacía sentir a sus huéspedes tan bien que hubo que innovar en el diccionario. Hoy lo usamos mucho para hablar del “confort térmico”, ese que las máquinas que nos calientan usan como temperatura objetivo.

Ahora los algoritmos, conectados a la red eléctrica y de información, realizan cálculos sobre históricos y establecen el funcionamiento de las máquinas con objeto de alcanzar la temperatura objetivo. En su operativa, nos mantienen en un estado adecuado como para olvidar que tenemos frío o calor. Tachando esta necesidad de la lista de Maslow y avanzamos hacia delante.

Internet y su fibra óptica

Hacia delante es precisamente la dirección en la que parece desplazarse la red de redes, más conocida como internet. Durante las últimas décadas ha estado desplegando su sistema nervioso por todo el globo, usando primero el cable telefónico de cobre y después el abrazo acristalado de la fibra óptica. Esta ya llega hasta el hogar (FTTH) y entra hasta la cocina en las empresas.

Cables de instalación eléctrica

Fuente: Unsplash | Autor: Taylor Vick

Raro será el edificio sin rack de conexiones. Gracias a este tipo de instalaciones está despegando con éxito el IoT y la domótica en edificios de vecinos, así como el IIoT y la automatización industrial en entornos más industrializados. Además, este fluido basado en datos está desdibujando la frontera entre ambos entornos.

Las fábricas invierten en cobots y las casas en aspiradores robóticos, mientras que las oficinas se convierten en espacios más confortables y los hogares hacen uso de herramientas de control y climatización de origen industrial. Es, probablemente, una de las instalaciones con mayor desarrollo futuro. Aunque otras, que vienen de tiempos prerromanos, también tienen recorrido.

Las tuberías, instalaciones con recorrido

Como la electricidad, las canalizaciones de agua son de las más obvias cuando imaginamos un edificio. Por supuesto, el movimiento de los líquidos depende hoy día del fluido eléctrico y sus bombas, purificadoras o sistemas de control. Pero es impresionante lo poco que han mejorado en algo más de 2.000 años, siendo los mayores avances el haber dejado el plomo y los metales en el pasado.

¿Tienen recorrido estas instalaciones? ¿Pueden mejorar las tuberías? Y, de ser así, ¿en qué se transformarán? Fue Klaus Schwab, en su libro ‘La cuarta revolución industrial’ (2016), quien introdujo el waternet o el “internet de la tuberías”, una suerte de digitalización de las canalizaciones que nos permitiese cuidar el agua.

A esto podemos añadir que la digitalización de las canalizaciones también nos aportará una valiosa información sobre aguas grises y negras, así como un tipo de control imprescindible si buscamos reducir el impacto de los edificios. A menudo todas las instalaciones vistas hasta ahora tienen como objetivo la futura reducción de impacto ambiental.

inmueble. Para la trifásica, con cuatro líneas y tres de ellas desfasadas 120º en el periodo de la onda, la metáfora es más compleja. Las habilidades técnicas, también.

De hecho, suele ser la trifásica la que se encarga de bombear energía al resto de los sistemas que mantienen vivo el edificio. Sin su fluido eléctrico, distribuido por verticales y falsos techos bajo tubo corrugado, operar un edificio sería una tarea titánica (tal y como demostró la servidumbre del XVII), y no tendríamos una climatización como aquella de la que disfrutamos.

Climatización, punto primero del confort

Espacio diáfano con mesa de reuniones y ventanas grandes

Fuente: Unsplash | Autor: Nastuh Abootalebi

Si la electrificación del espacio de trabajo u hogar, en detrimento del gas, fue el gran hito que fomentó la Tercera Revolución Industrial, un mejor ajuste de la climatización es sin duda la medida estrella que templa la cuarta y aviva la quinta. De hecho la palabra “confort” es un término relativamente nuevo.

En el año 1770 el escritor H. Walpole escribió a una tal señora White usando, por primera vez, la palabra “confort” tal y como hoy la conocemos. Al parecer la señora White hacía sentir a sus huéspedes tan bien que hubo que innovar en el diccionario. Hoy lo usamos mucho para hablar del “confort térmico”, ese que las máquinas que nos calientan usan como temperatura objetivo.

Ahora los algoritmos, conectados a la red eléctrica y de información, realizan cálculos sobre históricos y establecen el funcionamiento de las máquinas con objeto de alcanzar la temperatura objetivo. En su operativa, nos mantienen en un estado adecuado como para olvidar que tenemos frío o calor. Tachando esta necesidad de la lista de Maslow y avanzamos hacia delante.

Internet y su fibra óptica

Hacia delante es precisamente la dirección en la que parece desplazarse la red de redes, más conocida como internet. Durante las últimas décadas ha estado desplegando su sistema nervioso por todo el globo, usando primero el cable telefónico de cobre y después el abrazo acristalado de la fibra óptica. Esta ya llega hasta el hogar (FTTH) y entra hasta la cocina en las empresas.

Raro será el edificio sin rack de conexiones. Gracias a este tipo de instalaciones está despegando con éxito el IoT y la domótica en edificios de vecinos, así como el IIoT y la automatización industrial en entornos más industrializados. Además, este fluido basado en datos está desdibujando la frontera entre ambos entornos.

Las fábricas invierten en cobots y las casas en aspiradores robóticos, mientras que las oficinas se convierten en espacios más confortables y los hogares hacen uso de herramientas de control y climatización de origen industrial. Es, probablemente, una de las instalaciones con mayor desarrollo futuro. Aunque otras, que vienen de tiempos prerromanos, también tienen recorrido.

Las tuberías, instalaciones con recorrido

Como la electricidad, las canalizaciones de agua son de las más obvias cuando imaginamos un edificio. Por supuesto, el movimiento de los líquidos depende hoy día del fluido eléctrico y sus bombas, purificadoras o sistemas de control. Pero es impresionante lo poco que han mejorado en algo más de 2.000 años, siendo los mayores avances el haber dejado el plomo y los metales en el pasado.

¿Tienen recorrido estas instalaciones? ¿Pueden mejorar las tuberías? Y, de ser así, ¿en qué se transformarán? Fue Klaus Schwab, en su libro ‘La cuarta revolución industrial’ (2016), quien introdujo el waternet o el “internet de la tuberías”, una suerte de digitalización de las canalizaciones que nos permitiese cuidar el agua.

A esto podemos añadir que la digitalización de las canalizaciones también nos aportará una valiosa información sobre aguas grises y negras, así como un tipo de control imprescindible si buscamos reducir el impacto de los edificios. A menudo todas las instalaciones vistas hasta ahora tienen como objetivo la futura reducción de impacto ambiental.

Movilidad dentro del edificio

Puerta de un ascensor

Fuente: Unsplash | Autor: Bruno Kelzer

La movilidad por el interior de una edificación va más allá de la rotura de barreras arquitectónicas como son las escaleras. Un ascensor no solo sirve como plataforma elevadora multiplanta, aunque sin duda su uso resulta más que interesante a las personas con movilidad reducida. También facilitan la tan necesaria construcción vertical ahora que las ciudades siguen creciendo.

El ascensor es una de las instalaciones que más ha ayudado a cambiar la estructura interna de los edificios, haciendo posible las megalópolis del pasado que inspiraron el presente. Se han convertido en un hilo conductor hacia el desarrollo e incluso han estratificado la jerarquía interna de las empresas, donde “más arriba” suele querer decir “más responsabilidad y salario”.

Manejar un ascensor no es sencillo, y su operativa la delegamos a una pequeña centralita bajo la botonera. Lo mismo hemos hecho con la climatización con la que abríamos el artículo, así como con la iluminación. Una tarea más para las máquinas. Que se encargue el cerebro de silicio del edificio y sus flagelos de cristal que lo conectan con los vecinos y el mundo.

Sin toda esta intrincada red de instalaciones, cada vez más interconectada y compleja, los edificios no existirían en su actual forma. Y siguen evolucionando, añadiendo funcionalidades, conectando sistemas antes separados y ganando nuevas funciones por el camino, como el control automatizado del riego de la azotea o la compra de energía del día siguiente. Otras instalaciones, como el gas, van desapareciendo lentamente.

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