“Miss Amy Johnson, que partió de Timor al amanecer del sábado en el último tramo de su peligroso viaje a Port Darwin, Australia, ha alcanzado su objetivo después de más de ocho horas de vuelo. Ha completado así su vuelo de 9.500 millas desde Croydon en 19 días y medio. Es la primera mujer en completar este vuelo y, aunque no ha logrado superar los 18 días de Hinkler, su tiempo de Croydon hasta la India ha establecido un nuevo récord”.
El 26 de mayo de 1930, el ‘Manchester Guardian’ (hoy, ‘The Guardian’) se hacía eco de la hazaña de Amy Johnson, pionera de la aviación y primera mujer en completar vuelos de larga distancia. Además de su épico viaje en solitario de Reino Unido a Australia, cruzó el Atlántico y Siberia y formó parte del cuerpo civil de ingenieros aeronáuticos durante la II Guerra Mundial.
Su vida empezó en un mundo todavía sin aeropuertos. Y terminó trágicamente en un accidente en extrañas circunstancias en el estuario del río Támesis, cerca de Herne Bey. Esta es la historia de la mujer que nació en el lado aire.
Una ingeniera pionera
Cuando Amy Johnson llegó al mundo el 1 de julio de 1903, los hermanos Wright todavía no habían completado el primer vuelo de la historia (lo harían cinco meses después). Su familia se dedicaba al comercio del pescado, lo que permitió a Johnson completar la educación secundaria y obtener un graduado en economía en la Universidad de Sheffield. Mientras tanto, durante el primer cuarto de siglo XX, se había desarrollado la industria de la aviación, pero Amy Johnson todavía no se había subido a un avión.
Su historia cambió a finales de 1926, cuando se montó a bordo de un pequeño aeroplano como pasajera, según figura en los archivos de la biblioteca de Hull, pueblo natal de Johnson. A partir de ahí, los acontecimientos se aceleraron. Menos de dos años después, se matriculaba en el curso del London Aeroplane Club con la intención de adquirir la licencia de piloto. En diciembre de 1929 no solo la había obtenido, sino que también había sido certificada como ingeniera por el reciente Ministerio del Aire.
Amy Johnson fue la primera mujer certificada como ingeniera por el Ministerio del Aire | Science Museum Group
Fue la primera mujer de Reino Unido y, probablemente, del mundo, en tener una certificación similar. De hecho, se convirtió en una figura destacada de un movimiento feminista incipiente que abogaba por la igualdad y por poner en valor las capacidades científicas y técnicas de las mujeres. Acabó presidiendo la Woman’s Engineer Society entre 1933 y 1937.
“Es imposible hacer justicia a Amy Johnson en solo unos párrafos. Se convirtió en miembro de la asociación cuando su único logro había sido ser lo suficientemente persistente como para lograr una certificación de ingeniera. Dos meses después de su admisión, su nombre ya era conocido en todo el mundo”
señala la revista de la asociación, ‘The Woman Engineer’, en una nota publicada poco después de la muerte de Johnson.
“[…] Ha demostrado que su viaje a Australia no fue resultado de la suerte. Una y otra vez, Amy ha sacado brillo a su reputación y ha hecho que a las demás nos sea más sencillo demostrar de qué somos capaces”.
Jason y la II Guerra Mundial
Al mismo tiempo que obtenía las licencias y permisos necesarios para pilotar, Amy Johnson reunía apoyos para comprar su primer avión. Los encontró en su padre y Lord Wakefield, fundador de la compañía de lubricantes industriales Castrol. Así fue como se compró un Havilland DH.60 Gipsy Moth de segunda mano, el cual bautizó como Jason justo antes de hacer pública su intención de volar de Reino Unido a Australia en menos de 18 días (el récord que el australiano Bert Hinkler había marcado en 1928).
El primer avión de Amy Johnson fue un Havilland DH.60 Gipsy Moth | Wikimedia Commons/State Library of Queensland
Antes de cumplir los 27 años, con menos de 90 horas de vuelo acumuladas, Amy Johnson se lanzó a la aventura. El 5 de mayo de 1930 despegaba del aeródromo de Croydon, en Londres, dispuesta a cruzar el globo. El primer vuelo la llevó a Viena, desde donde salió al día siguiente rumbo a Constantinopla (la actual Estambul). Allí empezaron los primeros problemas, tras descubrir una pequeña fuga en el tanque de combustible, tal como recoge el archivo del ‘The Sydney Morning Herald’.
De la capital turca partió hacia Alepo, Siria, y de allí hacia Bagdad, desde donde puso rumbo a la India. El único percance de este tramo de viaje estuvo relacionado con una tormenta de arena con la que se cruzó en algún punto del desierto iraquí. Cuando aterrizó en Calcuta, a mitad de camino, iba dos días por delante de los tiempos de Hinkler.
Sin embargo, un accidente en la siguiente etapa, la que la llevó a Rangún, en el actual Myanmar, la obligó a parar y a reparar el avión durante 48 horas. Para entonces, toda la prensa anglosajona estaba pendiente de cada detalle de su aventura. Los problemas y el mal tiempo seguirían retrasando a Amy Johnson y para cuando aterrizó en Surabaya, una ciudad portuaria en la isla de Java, cerca de completar el viaje, ya estaba claro que no batiría el récord de Hinkler.
Aun así, cuando aterrizó en Port Darwin Amy Johnson había logrado ganarse el cariño del público, el respeto de los otros pilotos y el reconocimiento de las autoridades.
A partir de entonces, la pionera aviadora acumuló premios y récords. En 1931, ya a bordo del Jason II y junto a su copiloto Jack Humphreys, completó por primera vez un vuelo entre Londres y Moscú en menos de un día. De allí volaron a Tokio, batiendo también el récord de tiempo de viaje entre Reino Unido y Japón. Al año siguiente, sumó una nueva marca entre Londres y Ciudad del Cabo, en Sudáfrica.
Después llegaron los vuelos sobre el Atlántico y otro récord de tiempo a la India, la presidencia de la Woman’s Engineer Society y la II Guerra Mundial. Durante el primer año de conflicto, Amy Johnson formó parte del Air Transport Auxiliary (ATA), un cuerpo civil de ingenieros que se encargaba de reparar y transportar los aviones de la fuerza aérea británica.
El incidente que acabaría con su vida llegaría durante el conflicto mundial, el 5 de enero de 1941. Mientras pilotaba un avión de la ATA sobre el estuario del Támesis, en malas condiciones atmosféricas, algo pasó que desvió la aeronave del rumbo establecido. Johnson perdió el control del avión y, aunque logró saltar en paracaídas, no pudo ser rescatada en el agua.
Su cuerpo nunca llegó a encontrarse y, en tiempos de guerra, los rumores se dispararon. Algunos dijeron haber visto aviones alemanes. Otros señalaron que fue derribada por sus compatriotas. Incluso se llegó a hablar de espionaje. Pero nunca nada de eso llegó a comprobarse. Hoy, 117 años después de su nacimiento, la vida de Amy Johnson, ingeniera y pionera de la aviación, sigue siendo inspiradora.
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