Disponer de agua potable ha sido desde el inicio de los tiempos uno de los requisitos indispensables para determinar la ubicación de asentamientos humanos. Prueba de ello es que las grandes civilizaciones surgieron siempre en las riberas de un río, las del valle del Tigris y Éufrates, las del Nilo, el Yangtsé, el Tíber,… El agua, mucho tiempo después, fue el elemento motor de la Revolución Industrial promovida por la máquina de vapor, ocasionando la primera gran migración del campo a la ciudad y paradójicamente, posibilitando por primera vez en la historia el alejamiento de las ciudades respecto de los cauces fluviales.
Bomba de vapor Savery (1698), el primer dispositivo accionado por vapor comercializado con éxito, construido por Thomas Savery. Fuente: Wikipedia
El agua en las ciudades
Hoy en día concebimos la ciudad como un espacio físico, el de encuentro, relación, intercambio y convivencia entre los seres humanos. Lugar en el que las personas interaccionan entre sí, realizando las actividades básicas para su desarrollo a nivel personal y social, convirtiéndose para ello en una suerte de enormes centros receptores de inputs que tras un proceso de producción, transformación, transporte y uso o consumo, devienen en outputs y son expulsados para su desecho.
Es cierto que el 70% del agua se emplea en usos agrícolas, por lo que podríamos derivar que el consumo urbano del agua supone un porcentaje poco significativo respecto del total. Sin embargo, lo que debemos guardar a fuego en nuestras mentes es que el agua está presente en mayor o menor medida, y en mayor o menor cantidad en todos los bienes que consumimos en las ciudades así como en cualquiera de las actividades diarias cotidianas.
En ese sentido, existen herramientas como la Huella Hídrica, desarrollada por el profesor Arjen Hoekstra de UNESCO-IHE (actualmente profesor en la Universidad de Twente), que nos ayudan a visualizar la cantidad de agua utilizada en la producción de los bienes y servicios que consumimos. A modo de ejemplo, [inlinetweet prefix=»» tweeter=»» suffix=»»]la producción de 1kg de carne de vacuno requiere de la sorprendente cantidad de 13.000 litros de agua[/inlinetweet], mientras que una camiseta de algodón necesita 2.700 litros para ser producida.
Dado el cada vez más acelerado proceso de migración desde el mundo rural al urbano, el crecimiento de la población ciudadana y la limitación de los recursos, nos encontramos sumidos en un problema global que supone de intentar cruzar una curva de demanda que tiende a infinito frente a una de oferta limitada.
[inlinetweet prefix=»» tweeter=»» suffix=»»]Esta dependencia absoluta del agua, se ve agravada además por los efectos del cambio climático[/inlinetweet], que están afectando a la disponibilidad tradicional tanto temporal como cuantitativa y cualitativa del recurso hídrico.
La Tercera Revolución Industrial
La solución esbozada por el científico estadounidense Jeremy Rifkin, pasa por la Tercera Revolución Industrial. Esta se basa en la capacidad de las [inlinetweet prefix=»» tweeter=»» suffix=»»]nuevas tecnologías de la información puestas al servicio de la generación y distribución de energía y gestión de los recursos[/inlinetweet], y posibilita la Economía Circular. Es decir, la revolución de pasar de un modelo lineal a uno cíclico en el que el proceso no tenga fin sino que todo vuelva a su origen: recolección, fabricación, distribución, instalación, funcionamiento, fin de vida y reciclaje.
22 de Marzo: Día del Agua
Todos somos conscientes de una u otra forma de que entre todos los recursos, el crítico, el elemento más esencial para la vida es el agua. Por eso, es más que merecido que Naciones Unidas dedique el 22 de Marzo a celebrar el Día Mundial del agua dedicándolo en cada edición a un tema diferente: la energía en 2014, el desarrollo sostenible en 2015, el empleo en 2016 y en esta edición 2017 al agua residual, poniendo de manifiesto esta conexión intrínseca del agua con cualquier actividad.
Día Mundial del Agua 2017 dedicado al agua residual
En el caso concreto del agua residual y las ciudades, podemos diferenciar entre dos estadios claramente contrapuestos. Por un lado tenemos el caso de las ciudades ubicadas en países en vías de desarrollo, en las que la gestión del agua residual supone un reto fundamentalmente a nivel de las infraestructuras necesarias para su adecuada recolección, tratamiento y posterior vertido a medio natural.
La ausencia y deficiencia de un sistema de saneamiento es la causa de convertir el agua, primigeniamente fuente de vida, en un vector de contaminación química y microbiológica que genera y transmite enfermedades. Tal es la situación que reducir la proporción de personas sin acceso sostenible al agua potable y a servicios básicos de saneamiento fue definido como uno de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
España, donde el milagro de abrir el grifo a cualquier hora y momento del día y de que él mane agua en perfecto estado para su consumo pasa totalmente desapercibido, se encuentra en el extremo totalmente opuesto. Hasta el punto de contar con un nivel de infraestructura, tecnología y conocimiento que nos posicionan a la vanguardia mundial (junto con EEUU e Israel) en todo lo que concierne a la gestión del ciclo integral del agua.
Tanto es así que gracias a ese elevado conocimiento, las buenas prácticas, la concienciación social y al uso de tecnología, los niveles de nuestro consumo de agua por habitante y día se encuentran según el “XIV Estudio Nacional de Suministro de Agua Potable y Saneamiento en España 2016” realizado por la AEAS (Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento) en alrededor de 139 litros, lo que nos sitúa en uno de los niveles más bajos de Europa.
La economía circular, reutilizando el agua
[inlinetweet prefix=»» tweeter=»» suffix=»»]La Economía Circular ya está teniendo su aplicación en la reutilización del agua residual urbana[/inlinetweet], aquella que tras su uso es recogida, conducida y depurada en aquellas EDARs que disponen de sistemas de tratamiento terciarios que permiten niveles de higienización y adecuación suficientes para su reutilización en usos urbanos e industriales. De hecho, según el informe de AEAS citado anteriormente, en España se reutilizan 400 hm3, aproximadamente un 9% del total de agua residual depurada (4.097 hm3), y su uso se destina a la agricultura (41%) riego de jardines y zonas de ocio (31%), industria (12%) y otros usos (19% restante).
Sin embargo, debemos seguir trabajando para aprovechar todas las ventajas del enorme potencial que supone la Economía Circular, aplicándola a la generación de circuitos cortos, y la reutilización del agua residual urbana:
- Reducir el impacto ambiental generado sobre el medio ambiente.
- Aumentar la resiliencia de las ciudades, gracias a tener una menor dependencia respecto de los aprovisionamientos externos.
- Aumentar la eficiencia global del sistema, reduciendo los circuitos de gestión de agua, redundando en menores CAPEX y OPEX al requerir menor transporte, almacenamiento y potabilización.
Desde Young Water Professionals Spain, asociación a la que pertenezco, vamos a celebrar este día del agua con diversas actividades a las que os invitamos a sumaros y con las que intentaremos poner de manifiesto la importancia de un apropiado uso, gestión y reutilización del agua porque recordad, sin agua, no hay nada.
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