En enero de 2018 China puso límite al envío de desechos como plástico PET o papel desde países como el nuestro. El New York Times informaba sobre un colapso en los sistemas de recogida de basura de Reino Unido, Canadá, Irlanda y Alemania. China daba un primer gran paso para proteger el medioambiente, y ahora nosotros debemos rascarnos la cabeza y pensar mejores modelos.
Aunque se lleva años hablando de la economía circular –y en este artículo pondremos ejemplos de cómo se aplica a nivel industrial y doméstico–, es complejo conseguir que el ciclo de materias primas pase de ser una recta que acaba en el mar o en los vertederos a ser un círculo.
Supone una labor nada fácil cuando los residuos de una industria carecen de valor. Por suerte, cada vez más líneas de negocio tienen al final residuos valorizables, así como materiales que no son todavía residuos y pueden venderse. ¿Conoces la diferencia entre ambos? ¿O cómo podemos valorizar los residuos y materias primas de la economía?
Los envases vacíos no son residuos
En líneas generales, la mayoría de los lectores confundimos entre basura y residuos. Nuestra cultura, y van unos cuantos milenios, nos convence de que los residuos son todo aquello que ya no nos sirve. Bajo la mentalidad de que si no nos sirve a nosotros no sirve a nadie, arrojamos la basura al contenedor, disparando el mecanismo de recogida municipal.
Es en ese momento cuando una botella de vidrio pasa de ser un objeto inservible para nosotros a ser un residuo a procesar por el ayuntamiento competente. Ha salido de nuestra vivienda siendo un casco vacío reutilizable, pero cuando entra en el contenedor de reciclaje se transforma (legalmente) en materia catalogada como residuo.
La diferencia entre basura y residuo es la que hace que no tengas que elaborar informes domésticos o cumplir con una serie de requisitos de almacenamiento en casa más allá de separar por materiales.
Si en lugar de reciclar tiramos la botella de cristal al contenedor orgánico (no, no lo hagas) además de un residuo será un elemento contaminante. Es decir, una materia prima que no está en el lugar que le corresponde, y que no participará de la economía circular que trata de garantizar el reciclaje.
En el ámbito doméstico podemos usar esa botella de cristal y convertirla en una jarra de agua, reutilizando el casco y dándole una segunda vida al material. Esto supone un importante alivio al medio ambiente ya que podemos prescindir de botellas de plástico.
También podemos convertirla en residuo reciclable llevándola al contenedor de vidrio. En este caso la botella se transporta a una planta de reciclado, se tritura y se separa por tipo de vidrio mediante diferentes procesos físicos. Una vez convertido en granos de cristal es posible vendérselos a los que fabricaron la primera botella. Esta valorización es frecuente hoy, pero nos precedió un tiempo más oscuro…
Los residuos tienen un coste considerable
La valoración tradicional de los desechos (que no su valorización) viene del coste de despacharlos. Es decir, de eliminarlos del sistema de producción. Por ejemplo, tiempo atrás, cuando el impacto medioambiental ni siquiera se planteaba, las empresas textiles evacuaban el líquido con el que tintaban las prendas directamente a los ríos.
El motivo era que el coste directo de hacerlo de otro modo era mucho más elevado. Contaminar resultaba asequible. Ahora que se conoce el coste real de verter residuos a la naturaleza, sean estos del tipo que sean, ese tipo de prácticas están prohibidas.
Para este ejemplo, mediante diferentes procesos de decantado y filtros se separan la mayoría de las partículas de tinta del agua, pudiendo recuperar buena parte del material para otro ciclo y evitando contaminar las aguas cercanas.
Un ejemplo similar lo podemos poner en una fábrica de latas de aluminio con materias primas más tangibles. La parte superior e inferior de la lata es redonda (arriba), mientras que las láminas de las que salen estas piezas son grandes planchas. Su corte genera grandes cantidades de metal aparentemente sin uso (abajo resaltado en rojo):
Hoy en día la industria aprovecha este material, que envía de nuevo a la fábrica de planchas de aluminio o a otro comprador interesado, pero hubo un momento en que estos restos se arrojaban directamente a los vertederos. El coste de mandarlos de vuelta era muchas veces superior a simplemente arrojarlos. Por fortuna, de este pequeño bucle de retroalimentación ha nacido un mercado secundario: la valorización de residuos.
Los residuos valen dinero
Una mayor concienciación social, leyes más estrictas en la conservación del medioambiente y la creación de una economía circular han potenciado la valorización de los residuos. Muchos de ellos no solo no suponen un coste para el proceso de fabricado, sino que son una interesante fuente de ingresos en mercados secundarios.
La empresa textil de arriba puede reutilizar el tinte disuelto en agua en el siguiente ciclo, pero si se ve incapaz de utilizar un material tan diluido también puede clasificarlo como tinte de menos fuerza y colocarlo en un mercado diferente, haciendo que los excedentes de una empresa puedan ser reutilizados como materia prima por otra.
Formalmente hablando, este paso prescindiría de la palabra “residuo” porque el material no ha llegado a un punto de procesado como una planta de reciclaje. Y el mismo ejemplo podría darse con la fábrica de latas, capaz de revender a sus proveedores las trazas de materiales inservibles para la fabricación de latas.
Tomando como ejemplo la naturaleza
Pensemos en cualquier proceso animal, vegetal o de cualquier otro ser vivo. Por ejemplo el de un árbol, cuya misión es crecer, recolectar luz y procesar los nutrientes del suelo. ¿Qué ocurre cuando una ráfaga de viento lo parte en dos y lo arroja al bosque?
En lugar de convertirse en un residuo contaminante o tóxico, pronto millones de bacterias empiezan a descomponer su corteza y núcleo. Lo habitan las termitas, e incluso sirve de refugio a otros animales mientras la descomposición sigue su curso. Eventualmente, sus componentes pasan a formar parte de otra materia viva.
Este proceso 100% circular es lo que se trata de conseguir en todas las industrias. En un ámbito constructivo podemos mencionar el modo en que se levanta el firme del asfalto, se procesa, y se vuelve a convertir en un material útil para las carreteras. Es decir, el reciclaje de las carreteras.
La difícil tarea de rediseñar la industria
Para que el desecho de un proceso cualquiera –tintado, fabricación de latas, construcción de una carretera, etc– es necesario replantear previamente dicho proceso con el objetivo de que sus subproductos puedan ser integrados a la industria circular. Esto es aplicable a cualquier sector.
Saltemos por ejemplo a la energía, en el que se encuentra el residuo más peligroso que conocemos: los residuos nucleares. Una vez terminado el ciclo de producción de energía tenemos combustible irradiado. Parte de él se recicla para obtener plutonio o uranio reciclado, pero más allá de enviar muestras interesantes a laboratorios de todo el mundo no sabemos qué hacer con el grueso de los residuos.
Lo mismo ocurre con las centrales térmicas. ¿Qué hacemos con el CO2 y otras emisiones? Si consiguiésemos reconducir estos gases de efecto invernadero a otros procesos evitaríamos emitirlos a la atmósfera, pero de momento no existen procesos a nivel industrial que necesiten de estas materias. No pueden ser valorizadas y solo tienen el coste que hemos visto arriba.
Por contra, las centrales eólicas o los paneles solares sí generan desechos valorizables. Una vez que la vida útil de un panel solar llega a su fin, sus componentes tienen valor en la economía, y lo mismo se puede decir de los aerogeneradores. Desmontarlos tiene un coste, pero sus materias primas tienen valor, y no solo dentro de la industria energética.
Con esto queremos ilustrar la dificultad a la que se enfrentan numerosos sectores. Para poder transformar la industria en economía circular cada una de las marcas y unidades de negocio ha de rediseñar sus ciclos para que el excedente y los residuos que produce de manera natural tengan valor para otra marca o negocio. Esto es complejo.
Pensemos en la dificultad doméstica para comprar alimentos que no vengan protegidos con plástico. Hay alimentos que pueden ser comprados a granel, pero otros, como las lechugas frescas, requieren de cierta protección plástica o de cartón. Un envase de un único uso al que las marcas todavía no han encontrado alternativa.
Muchas industrias tienen problemas similares: hay procesos cuyas materias primas dan como resultado residuos sin valor. Reorientarlas supone un esfuerzo extra y una importante inversión en I+D, pero es necesario.
Todavía no hay comentarios