“Para viajes de corto alcance, las aceras móviles, con bancos a ambos lados y espacio para estar de pie en el centro, aparecerán en el centro de la ciudad. Irán desplegadas por encima del tráfico”.
Así imaginaba Isaac Asimov el futuro de la ciudad de Nueva York en 1964. Un futuro que tenía que haber llegado en 2014. Algunas de sus predicciones en aquel artículo (cine en 3D o robots simples) se han cumplido, pero la mayoría no. Sin embargo, lo de las aceras móviles podría cambiar en los próximos años.
Desde Medellín hasta Hong Kong, pasando por Lisboa o Vitoria, las escaleras mecánicas se han revelado como una alternativa de movilidad en muchas ciudades. Con sus defensores y detractores, es cierto que facilitan los desplazamientos a pie en ciertas zonas urbanas. Pero ¿podría ser posible convertir todas las aceras de una ciudad en pasarelas móviles en las que los peatones se desplazasen más rápidos que los coches?
El sueño de las aceras móviles
La idea expresada en el ensayo de Asimov no salía de la nada. Otros autores como Robert A. Heinlein o H.G. Wells también habían soñado con ese tipo de infraestructuras. Y algunos ingenieros, ya durante el siglo XIX, se habían atrevido a hacerlas realidad. En 1871, el estadounidense Albert Speer presentaba sus “aceras sin fin”, un sistema de cintas transportadoras que permitían a los peatones viajar a dos velocidades.
En 1889, el francés Eugène Hénard ideó un sistema similar la exposición universal de París de ese mismo año. Sin embargo, el proyecto no se hizo realidad hasta la exposición mundial colombina de 1893 en Chicago. En el año 1900 también se pudo ver el invento en la exposición de París. En todos los casos se trataba de un sistema de carriles paralelos a distintas velocidades, con un máximo de nueve kilómetros por hora.
Pero luego llegó el coche y cambió para siempre la concepción de nuestras ciudades. Los proyectos de aceras móviles fueron cayendo en el olvido. Paralelamente, los núcleos urbanos fueron creciendo alrededor de calles asfaltadas y espacios cada vez más reducidos para los peatones. Sin embargo, a día de hoy, todavía entre el 40% y el 50% de los desplazamientos en ciudades se produce a pie. Y la idea de ciudad está cambiando.
De acuerdo con Javier Villalba, jefe de la Unidad de Normativa de la Dirección General de Tráfico de España, las ciudades viven un proceso de transformación urbana con la aparición de nuevos vehículos. Para él, es necesario “blindar los espacios públicos para los peatones y adaptarlos a las personas con movilidad reducida”. Una idea que está ganando fuerza en muchas ciudades en las que podrían encajar de nuevo las aceras móviles.
¿Pertenece el futuro a los peatones bala?
Durante el último siglo, al igual que han cambiado las ciudades, ha cambiado la forma de inventar. La última aproximación a las aceras móviles ha llegado desde la ciencia. Un equipo de la Escuela Politécnica Federal de Lausanne, en Suiza, ha analizado la posible implantación de este sistema desde diferentes perspectivas y creen que es viable. Los resultados de su investigación han sido publicados en el paper An exploration of moving walkways as a transportsystem in urban centers
Hoy en día, las cintas móviles para peatones son algo habitual en algunos edificios de gran tamaño, como aeropuertos. Ante un futuro en el que previsiblemente se reduzca drásticamente el tráfico rodado en las ciudades, los investigadores suizos se han preguntado si el modelo se podría exportar para algo más que trayectos puntuales.
De acuerdo con el estudio, los autobuses urbanos mantienen una velocidad media, en las zonas con mayor densidad de población, de entre 15 y 20 kilómetros por hora. Durante las horas punta, los vehículos privados ven reducida su velocidad promedio a los 15 kilómetros por hora o incluso menos. Un habitante de Los Ángeles se pasa 102 horas al año en un atasco. Una de las soluciones para todos estos desafíos podría ser, según los investigadores, las aceras móviles.
Las pasarelas podrían permitir, al menos sobre el papel, que los peatones alcanzasen las velocidades medias de los vehículos. Al caminar sobre ellas, se podrían superar, con la tecnología actual, los 17 kilómetros por hora. Además, se mantendría la flexibilidad con la que se mueve el peatón (se para dónde y cómo quiere) y que es imposible en un vehículo.
Las escaleras eléctricas y el urbanismo del siglo XXI
La Comuna 13 llegó a ser uno de los barrios más peligrosos del mundo. Hoy, este distrito de Medellín, es un ejemplo de recuperación social. El proyecto de escaleras eléctricas que conectó la comuna con el resto de la ciudad abrió el barrio al mundo y se convirtió en una alternativa seria de movilidad para la mayoría de sus vecinos.
Las escaleras eléctricas se han multiplicado por las ciudades en las últimas décadas y son, probablemente, el mejor caso de uso real con el que comparar la practicidad de las pasarelas móviles. Tal como señalan en este artículo de City Lab, que analiza el caso de la ciudad vasca de Vitoria, el impacto estético y urbanístico en la ciudad es importante. Además, está el factor humano o, mejor dicho, de la tendencia humana al poco gasto energético.
De acuerdo con el estudio Optimal speeds for walking and running, and walking on a moving walkway, elaborado tras analizar el comportamiento de los pasajeros en las cintas de los aeropuertos, los usuarios de las pasarelas móviles no tienden a acelerar para optimizar el tiempo de desplazamiento. Sino que rebajan inconscientemente su velocidad para minimizar el esfuerzo.
Sea como sea, las aceras móviles y los peatones bala no serán la solución única en el futuro de la movilidad. El urbanismo del siglo XXI pasa por integrar diferentes soluciones de transporte entre las que pueden convivir estas pasarelas móviles junto a los vehículos autónomos y eléctricos, los sistemas de movilidad compartida o las bicicletas.
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