Marte objetivo a colonizar
Tecnología

¿Vivimos ya en la era de los viajes espaciales?

20 de julio de 2021

En 1969 la humanidad puso el pie en la Luna y se anunció que quedaban solo 20 años para llegar a Marte. ¿El problema? Llevan quedando dos décadas desde entonces, y aunque hemos enviado numerosas sondas, robots rover y laboratorios móviles, ¡e incluso el helicóptero Ingenuity!, la realidad es que los planes de colonización marciana siguen en un largo stand-by. ¿Cuándo viajaremos al espacio?

Julio de 2021 ha sido clave. Por un lado, el multimillonario británico Richard Branson logró quedarse a pocos kilómetros del espacio con su empresa Virgin Galactic. Por otro lado, la emprendedora Ana Bru, también dueña parcial de Virgin Galactic, será de las primeras mujeres turistas en alcanzar el espacio. Compró su propio billete hace 13 años. Parece que todo está a punto para que los viajes espaciales den comienzo. Aunque para ello habrá que buscar un destino.

Así fue el viaje ‘espacial’ de Richard Branson

Como Jeff Bezos (Blue Origin) y Elon Musk (SpaceX), Richard Branson (Virgin Galactic) lleva muchas décadas obsesionado por salir de la Tierra. Escapar a la atracción gravitatoria de nuestro planeta no es nada sencillo, debido a que exige una cantidad de energía descomunal en un periodo de tiempo extremadamente corto de pocos minutos.

Sobre los motivos de por qué estos millonarios tratan de superar la barrera del espacio —ubicada a 80 km del suelo para la NASA y a 100 km para la Federación Aeronáutica Internacional— son variados. Entre ellos está el espíritu de exploración espacial, el abrir nuevas vías de transporte, alcanzar la ansiada minería espacial o el de crear un backup de seguridad de humanos a modo de colonia marciana.

nave virgin galactic

Este último es el más urgente e importante, y por eso la aventura de Branson se mira con lupa. Su ‘viaje’ duró apenas unos minutos, aunque ha de entenderse como una primera toma de contacto con la dureza del espacio. Branson y la tripulación ascendieron a 86 kilómetros de altura y tuvieron un total de cuatro minutos de ingravidez antes de regresar al planeta.

La carrera espacial de la guerra fría comercial

Si la carrera espacial supuso un antes y después en la Guerra Fría entre la entonces URSS y EEUU, la actual carrera espacial, recogida magníficamente por Christian Davenport en el recomendable libro ‘Los señores del Espacio” (Deusto, 2019) implica una pugna comercial por ver quién es el primero en vender billetes al espacio. Y, a largo plazo, quién funda una colonia en Marte.

La Luna está muy cerca de la Tierra, a unos 384 400 kilómetros. Pero más allá de albergar un puerto espacial o realizar experimentos, parece poco probable que con la materia del regolito selenita o con las rocas de baja densidad de minerales sea viable una colonia lunar. Habría que importar casi todos los materiales. Marte, por otro lado, está más lejos pero ofrece más garantías colonialistas.

Si algo grave pasase en la Tierra, como una venusificación acelerada por el cambio climático, el golpe de un meteorito o algún fenómeno igualmente grave y trascendental, convendría disponer de al menos una colonia autosustentable. Aunque supone una hazaña enorme, Marte es la roca más cercana y asequible, tanto desde el punto de vista económico como de recursos. Pero para ello hay que poder viajar hasta allí.

¿El problema? Que aún no hemos salido del planeta. Solo 12 personas han caminado sobre la Luna (todas estadounidenses), la última vez fue en 1972; y a la Estación Espacial Internacional (a 400 km de altura) solo han accedido 242 personas (estas sí, de 19 países diferentes). Comparado con los 7800 millones de personas que estamos aquí abajo, no parece una hazaña notable.

La era de los viajes espaciales… para robots

Marte es el único planeta poblado por robots. En la imagen, el Ingenuity se posa en Marte desde el Perseverance

Por mucho que nos ilusione subir, hacer fotos desde el espacio, y volver a caer al campo gravitatorio del planeta, este fugaz divertimento para turistas no es ningún viaje espacial. Para entendernos, es el equivalente a ‘viajar’ por el mundo abriendo una ventana en casa y asomando la cabeza. Y aún así supone un hito impresionante, porque es muy difícil a nivel de ingeniería.

Un viaje espacial exigiría escapar del planeta para ir, si no a otro planeta, por lo menos a un satélite o asteroide. Esto exige trasladar personas, se entiende que vivas, de un punto a otro del Sistema Solar. Y es lo de ‘vivas’ lo que más problemas da. Enviar robots es caro pero infinitamente más fácil. Lo bueno es que cada vez cuesta menos dinero por robot enviado.

La carrera de los viajes espaciales se abarata

Febrero de 2021 fue sin duda uno de esos momentos en los que se demuestra que hacer algo muchas veces abarata el coste de hacer ese algo. Pasa con las placas fotovoltaicas y la ‘Ley de Swanson’ (al duplicarse la producción el coste baja un 20%) y ocurre también con los viajes a Marte. En una ventana temporal de pocos días, al planeta rojo llegaron tres misiones espaciales de tres agencias diferentes. Menudo hito.

  • 9 de febrero de 2021. Llegada de la sonda Hope, de Emiratos Árabes, a la órbita marciana. Estudiará su atmósfera durante dos años para diseñar modelos predictivos sobre la dinámica de esta masa de gas.
  • 10 de febrero de 2021. El orbitador Tianwen-1, de China, entró en la órbita marciana. El 15 de mayo amartizó su rover Zhu Rong. Orbitador y rover mapearán la topografía marciana, y el rover recogerá muestras.
  • 18 de febrero de 2021. Amartizaje de la sonda y rover Perseverance de la NASA en el cráter Jezero. Su objetivo es buscar espacios de habitabilidad para futuras misiones tripuladas. Es un laboratorio móvil.

Cada misión de investigación extraplanetaria, desde el corto viaje de Richard Branson por la atmósfera al aterrizaje del módulo Philae sobre el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko, abarata el coste de las siguientes misiones. Y sí, hemos aterrizado sobre un cometa a cientos de millones de kilómetros de distancia que viaja a cientos de miles de kilómetros por hora. Pasó en 2014.

Viajar al espacio para ir a Marte

Como avanzábamos antes, la Luna podría convertirse en un interesante puerto espacial intermedio. De hecho, el proyecto Artemis 3 de la NASA, ESA, JAXA, CSA, AEB y ASA, persigue la construcción durante la década de 2020 de la Plataforma Orbital Lunar Gateway (LOP-G), una suerte de laboratorio lunar y puerto espacial desde el que lanzar misiones a Marte.

Plataforma Orbital Lunar Gateway

Plataforma Orbital Lunar Gateway

Mientras que las agencias espaciales se centran en el aspecto de investigación y ciencia básica del espacio, y dan pequeños pasos internacionales para construir un camino fiable a nivel de acuerdos pacíficos; las empresas privadas aprovechan el abaratamiento de los lanzamientos y la precisamente falta de leyes respecto al uso de Marte para lanzar sus programas.

Los tratados internacionales impiden que los países tomen posesión de otros mundos, pero personas y empresas están exentas. Por ello precisamente compañías como SpaceX, Blue Origin y Virgin Galactic aceleran en sus planes de alcanzar el planeta rojo y construir una colonia tan pronto como sea posible. Para estas compañías viajar al espacio tiene el objetivo de viajar por el espacio, una forma de cubrir la distancia entre A (Tierra) y B (la Luna, Marte, Ceres…).

Para viajar por el espacio primero hay que querer hacerlo

Como comenta Guillem Anglada, investigador en astrofísica, ciencias del espacio y exploración espacial (y descubridor del exoplaneta Proxima b) en su reciente publicación ‘Nuwa Report: The Sustainable Offworld Network (SONet)’ (La red sustentable fuera del mundo), llegar a Marte o construir una base sostenible no es tan caro como pudiera parecer.

De hecho, señala que una nación lo suficientemente grande (como podría ser China), un conjunto de naciones más pequeñas, e incluso varias empresas de relevancia mundial (como las GAFA americanas o las BATX chinas), no tendrían muchos problemas a la hora de reunir el capital necesario. Con la población que formaría los primeros asentamientos la realidad sería más complicada.

Para hacer viajes espaciales primero hay que querer viajar. A diferencias de un proceso colonial ‘tradicional’, como fue la colonización de Australia o América por parte de los europeos, que en esencia se dedicaron a enviar delincuentes y excedentes sociales, la primera población en otro planeta deberá tener un nivel de formación muy elevado. Enviar a los mejores.

Ahora, convencer a decenas si no cientos de personas con capacidades altamente demandadas en la Tierra, y con una calidad de vida más que alta, a que viajen durante ocho meses en una lata con oxígeno y agua reciclada, para vivir durante años en un entorno altamente peligroso, en el que no existen las leyes y en el que las posibilidades de volver son ínfimas, resulta complicado.

Viajar por el espacio parece una inevitabilidad humana. Nuestro afán de descubrimiento nos empuja a viajar y ver lo que hay más allá. Y como estrategia de supervivencia es sin duda alguna aconsejable sembrar con vida el Sistema Solar. Será un evento que nos marcará como civilización, pero también un hito de complejidad extrema que es posible que quienes leemos esto no veamos.

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