¿Sería posible construir la ciudad Oceanix City en mitad del océano? Esta propuesta futurista, diseñada por el estudio Bjarke Ingels Group en colaboración con el Center for Ocean Engineering del MIT e ingenieros de Oceanix, se planteó para apoyar la
Nueva Agenda Urbana de la ONU en respuesta al estado de emergencia de poblaciones desplazadas por la subida de las aguas.
Aunque el elevado coste de mantener a flote estas urbes, en sentido literal, juega en contra de una pronta implantación, lo cierto es que la
tecnología para sembrar los océanos con ciudades flotantes existe desde hace siglos, si bien es cierto supone un importante coste económico. En un presente con tecnología de diques flotantes, ¿la usaremos para elevar países enteros?
¿Qué es Oceanix City y por qué hará falta?
Oceanix City es un diseño de ciudad flotante que responde a la pregunta “¿Dónde vivirá la población de países que se hundirán
debido al cambio climático?”. Países como Kiribati, estado compuesto por 33 islas en mitad del Pacífico, son un ejemplo de
el problema que supone para algunos pueblos el alzamiento de las aguas debido al calentamiento global.
La Isla Ghoramara, en India, es una de esas localizaciones que han visto cómo la erosión desplazaba a familias enteras. Pero hay islas o atolones cuyos habitantes no pueden desplazarse a la parte continental del país, sencillamente porque no existe territorio continental o elevado.
Para ellos, la ONU lanzó una propuesta arriesgada: en lugar de convertirse en desplazados climáticos y refugiados de otros países,
¿era posible hacer flotar islas allí donde se hunden? Se empezó a hablar de posibilidades, y el diseño de ciudades flotantes tuvo un pequeño
boom: el diseño
Lilypad,
Artisanopolis,
Storm Makes Sense of Shelter o
Prismatic Module Island.
Lo cierto es que el estético renderizado de Oceanix, que priorizaba una
construcción flotante modular de diseño fractal en base a vecindarios de dos hectáreas, es cautivador. Pero, al igual que en ingeniería “el papel lo soporta todo”, en diseño por ordenador el modelado permite visualizar de forma realista todo tipo de ficciones. ¿Se ha hecho antes algo así? Sí, y no.
“Ciudades” flotantes, nada nuevo bajo el Sol
Se sabe que en el año 285 d.C., durante la campaña militar contra la dinastía Wu, se desarrolló uno de los buques de guerra más raros del mundo antiguo:
un castillo móvil cuya tipología recibe el nombre de
louchuan. Las herramientas de asedio china estaban enmarcadas en sus disputas fluviales, y en ocasiones se incluían elementos atípicos en las embarcaciones, como hornos o caballerizas.
Algunos de estos castillos móviles tenían semejanzas con los
tessarakonteres del periodo helenístico (abajo), hacia el 300 a.C. Los tessarakonteres eran
gigantescas plataformas construidas sobre catamaranes u otras embarcaciones, y eran capaces de transportar miles de soldados. Para imaginar un
louchuan basta con ubicar torreones de hasta cinco o seis niveles sobre ellos.
En 1421, el almirante chino Zheng He puso 317 enormes barcos sobre el mar en la llamada Flota del Tesoro. Esta estaba compuesta por muchos “juncos”, un tipo de barcaza de hasta 183 metros de largo y hasta 51 metros de ancho (aunque probablemente más pequeñas de media). Las últimas investigaciones consideran la posibilidad de que la flota china llegase a América décadas antes que Colón, lo que a nivel técnico no es coherente.
Los barcos españoles, portugueses e ingleses estaban construidos con madera, pero los chinos usaban
materiales mucho más livianos, lo que les permitía un tamaño descomunal. Por comparar, la flota de Colón transportó a 84 hombres en Santa María, La Pinta y La Niña (28 tripulantes por barco, de media); y Zheng He distribuyó una tripulación de
27.670 hombres en 63 barcos del tesoro (439).
¿Cómo funciona una ciudad flotante?
El peso efectivo y la flotación son factores clave. Teniendo en cuenta que en los seis siglos que han transcurrido hemos aprendido a manejar el acero y a
construir enormes diques flotantes sobre los que levantar todo tipo de estructuras, Oceanix City ya no parece tan utópica. Aunque no es particularmente asequible.
Oceanix City no ha sido diseñada por artistas, sino por ingenieros del
Center for Ocean Engineering del MIT y por arquitectos del estudio Bjarke Ingels Group. La idea era
imaginar una ciudad viable, y esta empieza por la flotabilidad de las plataformas. Estas descansan sobre diques flotantes como los que Ferrovial lleva décadas construyendo. En este sentido no hay nueva tecnología.
Tampoco la hay novedad a nivel constructivo sobre las plataformas, aunque sí se priorizan materiales poco densos, espacios abiertos y una movilidad prácticamente peatonal (aunque también ciclista e incluso nado) que evita el uso de vehículos pesados. En el modelo de ciudad para 360.000 residentes todo queda a menos de 10 minutos paseando.
Donde sí hay innovaciones interesantes a nivel de ingeniería es en
la gestión de residuos, cuyo objetivo es
“zero waste”; en
la producción de comida de kilómetro cero en entornos hidropónicos o aeropónicos; en
la desalación del agua oceánica; o en la captación de energía limpia. Todo sectores punteros en tecnología actualmente que pronto podríamos ver flotando.
Quizá lo más interesante de estas ciudades es el llamado
“closed-loop” que no solo se aplica a los residuos. Para Cruzar Manhattan (1,66 millones de residentes) se necesitan 30 minutos en coche o 70 minutos en bici. Sin embargo,
el modelo para 2,52 millones de habitantes de Oceanix puede cruzarse de punta a punta en bici en cuestión de 60 minutos de pedaleo. Es otra forma de ordenar el espacio.
¿Cuándo podríamos ver estas islas-ciudad?
Si bien a nivel técnico este tipo de plataformas no suponen un reto, a la hora de gestionar un proyecto de construcción similar, incluyendo
la parte económica, supone una enorme barrera. Un cálculo de 2013 estimaba en 15 millones de dólares cada plataforma, aunque no todas son residenciales y hacen falta bastantes plataformas adicionales para servicios básicos (comida, energía, etc).
Alojar a unas 225 a 300 personas en uno de estos entornos tendría un coste constructivo de 167 millones, sin contar mantenimiento. Teniendo en cuenta que el tamaño mínimo de estas ciudades está orientado a las 10.000 personas, se puede confirmar que los 5.600 millones de dólares de partida yendo a la baja para el piloto, más costes de mantenimiento e imprevistos, son un problema.
Es
muy poco probable que veamos estas construcciones antes de 2050, lo que a su vez las hace muy poco efectivas en su programa contra las adversidades del cambio climático. Es posible que alguna iniciativa privada inicie la construcción de modelos más básicos, como ya ocurre con el turismo espacial (para ricos), y que poco a poco los costes se vayan reduciendo. De momento, es un bonito renderizado.
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