Ruinas romanas, estructuras medievales y hasta restos de mamuts. Los secretos que se esconden bajo el suelo provocan, en ocasiones, que las obras de construcción que dan forma a nuestro presente y nuestro futuro se paralicen o incluso se suspendan.
Algunos de estos descubrimientos son tan inesperados que trastocan lo que sabemos sobre nuestro pasado. Así sucedió este verano en la finca de La Torre-La Janera, en Málaga: la prospección arqueológica necesaria para convertir el terreno en una plantación de aguacates llevó a desenterrar una de las mayores concentraciones megalíticas de toda Europa.
El hallazgo ha maravillado a historiadores y arqueólogos: bajo lo que a primera vista era una finca más, se escondían más de 500 menhires, varios grupos de dólmenes y hasta dos grandes crómlechs. La concentración de megalitos revela la importancia arqueológica de la región y ha vuelto a despertar la curiosidad sobre cómo vivían, se organizaban y construían nuestros antepasados hace varios miles de años.
Un viaje atrás en el tiempo
Las investigaciones realizadas en la finca de Málaga revelan que los restos megalíticos fueron construidos entre los siglos V y II a.C. Así, las estructuras más antiguas del yacimiento nos llevan al Neolítico, una época de cambios que trastocaron el día a día de las sociedades: a lo largo de varios siglos, los grupos humanos se fueron asentando, desarrollaron herramientas, cambiaron su alimentación y fueron expandiendo el comercio. Todos estos cambios se reflejaron, también, en la evolución de la construcción.
Se han encontrado construcciones megalíticas (término que viene del griego mega, que significa grande, y lithos, piedra) en diferentes regiones del mundo. En Europa occidental, la mayoría de los ejemplos se encuentran en el sur de Inglaterra, Bretaña, Portugal y el oeste de España, como es el caso del yacimiento de La Torre-La Janera.
Menhires, grabados y otras estructuras en el yacimiento de Torre-La Janera. CSIC.
Este viaje atrás en el tiempo nos traslada a una época en el que el margen del río Guadiana, en el que se encuentra este yacimiento, era muy diferente a como es hoy. Tal y como indican trabajadores del CSIC en el estudio publicado en ‘Trabajos de prehistoria’, la finca de La Torre-La Janera está actualmente a 15 kilómetros de la costa. Sin embargo, hace 7000 años el nivel del mar era más alto que el actual y la desembocadura del Guadiana formaba un gran estuario y un delta.
Con el paso del tiempo, cambios en el clima fueron modelando el paisaje a medida que las poblaciones de la zona lo iban transformando también con sus construcciones megalíticas. Los menhires, los dólmenes y los crómlechs del yacimiento fueron levantados (y utilizados) durante al menos tres siglos, en los que el Neolítico dio paso a los inicios de la Edad de Bronce y las técnicas de construyeron fueron evolucionando.
Herramientas, piedras y palancas
En el Neolítico, con la creación de lo que podemos considerar las primeras obras arquitectónicas, se dio una dicotomía entre las construcciones hechas para los vivos y aquellas destinadas a lo funerario y lo ritual. El yacimiento de La Torre-La Janera no es una excepción: los investigadores consideran que los restos pudieron utilizarse para delimitar espacios y marcar territorios; observar eventos astronómicos (y controlar así el paso del tiempo y las cosechas); servir de lugares rituales y, sobre todo, albergar tumbas.
El proceso constructivo de estos megalitos comenzaba en las canteras, en donde se extraían los grandes bloques de piedra que posteriormente se trasladaban deslizándolos sobre troncos y tirando de cuerdas hasta la zona elegida para su emplazamiento. Allí se utilizaba la técnica del enclavamiento, que consiste en dejar caer los bloques en un hoyo previamente excavado.
Después, se ajustaba su posición tirando con cuerdas hasta dejarlos totalmente en vertical y se rellenaba el agujero para que quedasen estables. En el caso de los menhires, el ejemplo más básico de monumento megalítico, el proceso terminaba ahí.
Construcción de los megalitos. Ecermami (Wikimedia Commos)
La construcción de los dólmenes (que constan de losas verticales, a modo de pared, y horizontales, formando una cubierta) era más compleja. Era necesario preparar el terreno sobre el que se iban a erguir: normalmente, esto se hacía levantando terraplenes a ambos lados de las losas verticales para poder colocar encima el bloque horizontal.
Algunos dólmenes del Neolítico se dejaban al descubierto, mientras que otros ejemplos se enterraban totalmente hasta formar túmulos. Todo esto se hacía jugando únicamente con la fuerza de los trabajadores, troncos, cuerdas y el propio peso de las enormes piedras. Las construcciones, que se han mantenido en pie hasta hoy, eran asentadas unas sobre otras sin ningún tipo de aglutinante.
Un pasado por desenterrar
En el yacimiento de Málaga se han encontrado también dos crómlechs, círculos de piedra como el de Stonehenge. Se cree que estos tuvieron, como el resto de los monumentos megalíticos, una función funeraria o ritual. Sin embargo, también se ha señalado que podrían tener relación con la observación astronómica.
Stonehenge, en Reino Unido. Sung Shin (Unsplash)
Se espera que el estudio de los dos crómlechs encontrados en Málaga, junto al resto del yacimiento, puedan arrojar más luz sobre lo que sabemos de estas construcciones del pasado y la importancia que tuvieron en la evolución de nuestra propia historia. Los primeros análisis ya han confirmado que se trata de uno de los yacimientos más grandes de Europa. Aunque no podemos descartar que futuras excavaciones nos regalen otra aún más importante.
Imagen principal: Dolmen en Donegal, Irlanda. Andreas Brunn (Unsplash)
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