Se cree que el nombre Lofoten puede provenir de las palabras ló y fótr – en noruego antiguo, lince y pie –, ya que los grandes picos de algunas de sus montañas parecen las patas de un gran felino caminando sobre el mar. En una de las islas de este archipiélago, situado en el norte de Noruega y por encima del círculo polar ártico, se encontraron los restos de la casa de la era vikinga más grande que se conserva.
Se trata de la casa del cacique de Borg, una vivienda comunal (hoy reconstruida) que mide más de 80 metros de largo y suma más de 1200 años. Las laderas sobre las que se levanta descienden hasta el mar en el que moja sus pies el lince de Lofoten, un mar que los vikingos dominaron y desde el que partieron para dejar su marca a lo largo de toda la costa europea.
Estos pueblos nórdicos pasaron a la historia como grandes constructores de barcos y experimentados navegantes. Pero dejaron, también, edificaciones con un estilo propio y unas técnicas constructivas capaces de superar los climas más difíciles.
Una casa comunal
Los libros de historia marcan la época vikinga como el periodo que tuvo lugar entre los años 793 y 1100, y en el que los guerreros y los comerciantes escandinavos exploraron gran parte de Europa y algunos puntos de Asia, África y América del Norte. La mayoría relaciona esta época con violencia, incursiones y saqueos, pero lo cierto es que la historia de los vikingos no se escribió solo a bordo de los barcos: también quedó grabada en sus países de origen.
Además de navegantes, los vikingos eran pueblos ganaderos y agricultores. Aunque algunas poblaciones se reunían en pequeñas ciudades, la gran mayoría vivía en aldeas formadas por unas cinco o seis granjas, y organizaban su día a día y los ritmos de su calendario en función del clima y del paso de las estaciones.
Los vikingos tenían una arquitectura funcional y práctica. Sus casas buscaban, sobre todo, proporcionar seguridad, refugio y espacio de almacenamiento. Aunque a lo largo de la geografía escandinava se levantaron casas de diferentes estilos, las más habituales eran las langhus (o casas alargadas), viviendas comunales con una arquitectura muy particular.
La estructura de las langhus
Lo primero que llama la atención de las langhus es que tenían forma de barco. Esto se debe a que sus paredes eran curvas, lo que creaba un plano de planta similar al de una embarcación, explican desde el Museo Nacional de Dinamarca. Además, los tejados tenían la forma de un barco al que se le ha dado la vuelta.
La casa del cacique de Borg, reconstruida, en Lofoten. Wikimedia Commons.
Normalmente, medían entre cinco y siete metros de ancho y entre 15 y 80 de largo, dependiendo de la posición social y de la riqueza de sus dueños. En gran parte de la región nórdica, las estructuras se basaban en grandes postes de madera que se levantaban sobre cimientos de piedra. Sin embargo, el uso de los materiales dependía mucho de la zona. En Dinamarca, por ejemplo, se utilizaba madera de roble para hacer grandes postes con los que fortalecer los muros, que posteriormente se recubrían con arcilla para impermeabilizarlos.
En Islandia, donde la madera no era tan abundante, el material más utilizado era la turba. Se le daba forma de placas o ladrillos, que después se unían hasta formar muros de más de un metro de espesor. Estas paredes eran especialmente anchas en su base, lo que daba a estas viviendas una imagen muy característica.
En muchos casos, en el exterior de los muros se colocaban contrafuertes a intervalos regulares, que se inclinaban hacia la casa y ayudaban a sostener el techo. Estas cubiertas estaban formadas por madera, juncos, paja, turba o corteza, y en ocasiones contaban con grandes aleros para proteger las paredes de la lluvia.
Reconstrucción de una construcción de la era vikinga. Birgit Juel Martinsen (Flickr)
La vida en su interior
Las langhus se organizaban alrededor de un hogar en el que se prendía el fuego, se cocinaba y se hacía una vida común en invierno, cuando la oscuridad de la noche ocupaba la mayor parte de las horas del día. A los laterales se sucedían los espacios de descanso, con bancos para sentarse y tumbarse. Muchas veces, estas casas tenían también otras estancias o zonas para las herramientas, las armas y los animales.
Las casas no tenían chimeneas ni ventanas, sino solamente un pequeño agujero en el techo. Esto provocaba que las enfermedades pulmonares fuesen muy comunes en aquella época. Sin embargo, el gran enemigo de los vikingos (al menos, dentro de sus hogares) era la humedad, que podía empodrecer las estructuras. Por ello, estos pueblos nórdicos reparaban contantemente sus casas, dándole capas de impermeabilización cada verano.
Además, en muchas zonas se colocaban suelos de piedra o de madera para crear aislamiento, y la tierra del techo se cubría de vegetación para evitar que se humedeciese y se erosionase. Otro de los trucos de los vikingos para proteger sus viviendas de la humedad consistía en quemar las bases de los postes exteriores para evitar que se pudrieran demasiado rápido.
Las otras construcciones de los vikingos
Se calcula que el asentamiento que rodeaba la gran casa del cacique de Borg, en Lofoten, llegó a tener al menos 115 granjas y unos 1800 habitantes. Durante los últimos años de la era vikinga, algunas construcciones empezaron a reflejar la fuerza y el estatus de algunas familias. Se levantaron, por ejemplo, las conocidas como casas Trelleborg, más grandes y ornamentadas.
Lo cierto es que en la comarca del asentamiento de Borg (y muchas otras) los vikingos dejaron tras de sí otro tipo de construcciones que no tenían nada que ver con las viviendas, desde graneros y cobertizos hasta puentes, castillos, muros de defensa o cobertizos para barcos.
Estos últimos eran grandes naves en las que protegían sus drakkar y otras embarcaciones durante el invierno. Se construían (o excavaban) cerca de la costa, y llegaban a medir hasta 25 o 30 metros de largo, al igual que los barcos con los que recorrieron las aguas de diferentes continentes.
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