En 2010, la Asamblea General de la ONU declaraba el acceso al agua y al saneamiento un derecho universal. Establecía también unos límites básicos: la fuente debe estar a menos de 1.000 metros del hogar y la recogida de agua no debe superar los 30 minutos. Como mínimo, cada persona necesita entre 50 y 100 litros para todas sus actividades diarias. Lo equivalente, más o menos, a una ducha de cinco minutos.
Diez años después y a pesar de las condiciones mínimas de la propuesta, 2.200 millones de personas viven sin acceso a agua potable ni a saneamiento básico. Muchas otras carecen también de un sistema de agua corriente que les permita asearse o regar sus cultivos. Aunque no todo son malas noticias: entre 2005 y 2015, se consiguió que 1.300 millones de personas de países en vías de desarrollo obtuviesen acceso a agua potable.
La solución para seguir avanzando pasa, en la mayoría de los casos, por mejorar las infraestructuras: plantas de tratamiento de aguas, sistemas de abastecimiento de agua potable, redes de regadío o sistemas de alcantarillado. Para conmemorar el Día Mundial del Agua, que se celebra cada 22 de marzo, hacemos un repaso por todos y cada uno de los motivos por los que merece la pena invertir en un mundo con acceso al agua.
Agua para alimentarse
Mujer riega una plantación en Vietnam Imagen: Hưng Nguyễn Việt (Unsplash)
“Los seres humanos podemos sobrevivir con unos pocos sorbos de agua al día, pero el ‘agua que comemos’ diariamente a través de los alimentos que consumimos es mucha más: basta pensar en los 15.000 litros necesarios para producir un kilo de carne”, señalan desde la FAO.
Se calcula que en el año 2050 la población mundial alcanzará los 9.000 millones de personas, una cifra que obligará producir más alimentos. Muchas de estas personas se concentrarán en las ciudades, en donde es más complicado dar con fuentes naturales de agua y puede dispararse el estrés hídrico.
Distribuir correctamente el agua y garantizar que sea accesible para regar los cultivos y alimentar animales en cualquier rincón del planeta resulta, por lo tanto, fundamental para hacer frente a los desafíos de los próximos años.
Agua para crecer fuerte y sano
Escuela en Libera. Imagen: Adrianna Van Groningen (Unsplash)
La ausencia de agua potable y un saneamiento adecuado es la principal causa de mortalidad infantil, según datos de la Organización Mundial de la Salud. Tan solo la diarrea termina cada año con la vida de 340.000 niños en países en desarrollo, la mayoría menores de cinco años.
Un dato que cobra sentido al ponerlo en contexto: el 80% de las aguas residuales retornan al ecosistema sin ser tratadas o reutilizadas. En numerosas regiones de países en vías de desarrollo o no desarrollados, millones de personas se ven obligados a beber agua sin tratamiento previo. Algo que limita, en gran medida, la posibilidad de reducir las enfermedades.
“Antes de construir la planta de agua, yo llevaba 25 años viviendo aquí en la vereda y estábamos consumiendo un agua con un 85% de materias fecales, según los análisis”
Lo explica Miguel Marino Libreros, de San Benito (Colombia), uno de los municipios que se benefician de la construcción de un sistema de tratamiento de agua potable derivado del proyecto Ruta del Cacao de Ferrovial.
“Era un agua color amarillo, con mucha sedimentación. Con el agua que se recibía, los niños sufrían sarpullidos en la piel, diarrea y dolor de estómago”, señala.
Agua para la igualdad
La falta de agua y servicios de saneamiento puede generar abandono escolar entre las niñas. Imagen: Felipe Schiarolli (Unsplash)
En muchas regiones del mundo, la menstruación es vista como un estigma o una enfermedad. Millones de mujeres son recluidas cada mes mientras dura su periodo y, a menudo, tienen que esconderse para lavarse o cambiarse.
Esta situación es especialmente complicada para las niñas: muchas se ven obligadas a faltar a la escuela durante estos días, un problema que suele derivar en el abandono escolar. En la edad adulta, la menstruación les impide también tener acceso a algunos trabajos, generando una brecha difícil de superar entre hombres y mujeres.
La solución pasa, además de por informar y educar, por mejorar sus instalaciones de saneamiento. Actualmente, más de 2.000 millones de personas carecen de baños o letrinas. En África subsahariana solo el 28% de la población cuenta con instalaciones de saneamiento básico no compartidas con otros hogares.
Aunque las mujeres son las principales perjudicadas, el problema afecta también a los varones. La falta de acceso a agua corriente o agua potable es una de las diferencias principales entre ricos y pobres en todo el planeta. Según datos de la ONU, las comunidades pobres de algunas ciudades pagan entre 10 y 20 veces más por el agua que sus vecinos más ricos, ya que carecen de agua corriente en sus hogares.
“Para poder consumirla [fruta] tengo que lavarla con agua de la que compro, no de la que tenemos acá en la vereda, porque está contaminada”
Señala Marta García, de vereda Portugal (Colombia).
“Necesariamente tengo que comprar agua embotellada o en bolsa, o usar el filtro. Como en esta zona el agua está contaminada, tengo que hervirla”.
En total, la creación del sistema de tratamiento de agua potable que deriva del proyecto Ruta del Cacao beneficiará a 1.200 personas de la vereda Portugal (todas ubicadas en el Municipio de Lebrija, Santander). Supondrá el acceso a agua limpia para consumo y uso doméstico y un cambio sustancial en su calidad de vida.
Agua como motor económico
Agricultores en Irán.
Imagen: Hossein Ghaem (Unsplash)
El agua es un bien fundamental para realizar prácticamente cualquier actividad. La falta de acceso a la misma es una barrera que impide a numerosas comunidades avanzar económicamente.
Según la ONU, solucionar el problema es rentable: algunos estudios muestran que cada dólar invertido se traduce en un beneficio de nueve. En la mayoría de los casos, el retorno de la inversión beneficia a las comunidades más desfavorecidas. En especial, a los niños y niñas.
“El agua es un líquido preciado. El tesoro más valioso que puede tener una comunidad. El agua es vida, el agua es salud, el agua es bienestar. Es un factor fundamental para una familia, para una vivienda y para una comunidad en general”,
señala María Angélica Torres, de El Salado (Colombia).
“Sin agua no hay vida, sin agua no hay salud, sin agua no hay nada. Todo estaría muerto, todo estaría seco. Por eso el agua es todo”.
En los últimos años se ha podido constatar, además, el efecto directo del cambio climático en el aumento de las sequías o los desastres naturales, tanto en duración como en intensidad. Una situación que dificulta la producción agrícola en numerosas regiones. Contar con infraestructuras de calidad y agua corriente debe ser una prioridad para hacer frente, también, a este nuevo escenario.
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