San Valentín, una historia de atardeceres desde edificios emblemáticos
12 de febrero de 2021
La puesta de sol siempre ha tenido connotaciones románticas, una relación entre el atardecer y el amor que se ha visto potenciada durante milenios por los grandes literatos. Ligar la llegada de la noche con el mundo onírico de los sueños y los deseos ha sido una conexión natural transversal a toda cultura. Y a medida que las construcciones humanas han ido ganando relevancia en el podio cultural y social, también estos espacios se han convertido en atalayas desde las que celebrar San Valentín con la llegada de la noche.
Atardecer en el Foro Romano
El Foro Romano es una construcción milenaria que data del siglo VII a.C. Sus columnas y arco del triunfo han logrado sobrevivir a la caída de la República, al agotamiento del Imperio y al expolio que tuvo lugar durante la Edad Media. A medida que la luz anaranjada baña sus superficies al oeste, surgen sombras alargadas sobre el pavimento este, hasta que la colina Capitolina oculta la plaza.
En la actualidad, las parejas pueden disfrutar de unas fantásticas vistas de San Valentín cuando el Sol desciende besando el Templo de Saturno y convirtiendo el Arco de Septimio Severo en una rotunda figura que se recorta contra el cielo unos minutos antes de desaparecer. Esta y otras ubicaciones mágicas hacen de Roma un lugar particularmente romántico.
Imagen | Edgar Castrejon
Imagen | PxHere
Imagen | iessephoto, Pixabay
Anochecer en el Puente de Brooklyn
Desde la privilegiada posición del parque East River Park, Nueva York, es posible disfrutar cada tarde de uno de los atardeceres más lentos y bellos del planeta. Lentos, porque el disco solar se sumerge con calma tras el paisaje arbolado de rascacielos ubicado tras la sombra del Brooklyn Bridge, con una isla de Manhattan que se ilumina a medida que cae la luz natural. Durante el ‘manhattanhenge’ ―también llamado el Solsticio de Manhattan― el Sol se alinea un par de veces al año con el trazado urbano.
Desde el propio Brooklyn Bridge, a una cota superior respecto al parque, es posible ganar unos minutos de espectáculo para despedir al Sol entre las hendiduras naranjas que presentan los edificios y los reflejos rojizos de sus cristales, que convierten la ciudad en un caleidoscopio. Si esperabas un momento ideal para robar un beso, es este.
Imagen | Colton Duke
Imagen | Keith Champaco
Imagen | Robbie Noble
Cuando el atardecer toca Madrid, desde el Templo de Debod
El Templo de Debod, un inestimable regalo de Egipto a España como agradecimiento a las labores de preservación de su patrimonio, descansa desde hace décadas en una de las vistas más destacadas de Madrid. Ubicado formando un eje de este a oeste sobre el parque del Oeste, se encuentra alineado con la caída del sol, de forma que la sombra que proyecta el templo baña ambos arcos.
Junto al templo, un mirador formado por una barandilla de metal en con forma de ballesta apunta a unas impresionantes vistas que descubren el parque de San Isidro al sur, y la Casa de Campo al este. En la delgada línea entre ambas masas boscosas, el Sol se esconde tras la Sierra de Gredos, dejando sendas cubiertas verdes al amparo de la oscuridad. Un momento perfecto para los abrazos.
Imagen | Willian Justen de Vasconcellos
Imagen | FouPic
Imagen | Choniron
La caída del Sol desde Lugard Road (Hong Kong)
Las vistas desde Lugard Road, un mirador elevado ubicado sobre el Victoria Peak Garden al sur de la ciudad de Hong Kong, resultan sobrecogedoras. En un día despejado, este enclave ofrece una vista panorámica de la ciudad con más rascacielos del planeta. Con la caída del sol, que se oculta a la izquierda del espectador, las parejas pueden deleitarse con un gradiente eléctrico que atraviesa el horizonte y que cubre todas las gamas de rojo y azul.
Las luces de la ciudad avanzan a medida que manto azulado del cielo da paso al ocre y al negro, y es entonces cuando el paisaje antes acristalado y caracterizado por los reflejos del mar da lugar a una estética futurista propia de las películas ciberpunk. Poco después, cae una noche que se mantiene iluminada hasta el amanecer, y es que esta ciudad no parece querer ir a dormir.
Imagen | Patrick P
Imagen | Ken Cheung
Así se duerme el Taj Mahal
El Taj Mahal, el imponente edificio símbolo del amor eterno de Shah Jahan hacia Arjumand Banu Begum (Mumtaz Mahal) —que falleció en el parto de uno de los hijos del sultán mongol—, es una de las edificaciones que se llenan de turistas al atardecer de San Valentín. El eje norte-sur de los jardines que lo preceden, sumado a la elevación del terreno sobre el río Yamuna, hacen que el Taj Mahal resplandezca de blanco durante todo el día, y enrojezca con la noche.
Una vez que el Sol ha atravesado el cénit y empieza a descender el edificio se sonroja y oscurece. Los recovecos de su fachada se definen con más claridad cada hora que pasa, aumentando los claroscuros angulados de sus exquisitas hendiduras. Si se tiene suerte, cuando la luz solar ha desaparecido, la luz rojiza es sustituida por la azul lunar que aporta un halo onírico a la pieza.
Imagen | Navdeep Panwar
Imagen | Saptarshi
Anochecer en Dubai desde con la niebla
Pocas puestas de Sol superan a las dubaitíes desde lo alto de los rascacielos. Dubái se asoma todas las tardes al Golfo Pérsico, y si uno tiene la suerte de contar con cierta elevación sobre el terreno y una línea de visión clara, es posible observar el infinito del golfo arábigo. Una vista que puede mejorar con el mal tiempo de una tormenta de arena o un mar de nubes.
Este fenómeno es más común al amanecer, pero si se da la fortuna de ver durante el atardecer, se pude observar cómo el agua desaparece y da lugar a un horizonte esponjoso y enrojecido que refleja el color del Sol a medida que este se esconde. La aguja del Burj Khalifa se erige por encima de cualquier otra estructura.
Imagen | David Rodrigo
Imagen | Prateek Kochar
Todavía no hay comentarios