Desde la costa oeste de Estados Unidos se dirige hoy medio mundo. Facebook, Google, Apple… Parece mentira que, hace solo dos siglos, de aquel rincón del mundo solo llegasen borrosas historias de aventureros y buscadores de fortuna. Sus pasos hacia lo desconocido seguían entonces los caminos de los nativos americanos. Pero sobre esas primeras rutas se extienden hoy algunas de las grandes infraestructuras norteamericanas. Fiebre del oro, comerciantes de pieles, caravanas y vaqueros se ven las caras en esta historia de carreteras épicas.
A principios del siglo XIX la frontera de occidente, cuyo centro se encontraba todavía en Europa, estaba en los montes Apalaches. Más allá, no interesaba casi nada. Solo un puñado de exploradores había atravesado las grandes planicies y las cordilleras que los nativos americanos habían habitado durante milenios. Pero todo estaba a punto de cambiar. Estados Unidos se acaba de fundar como nación. Y la suya es la historia de una expansión.
“El objetivo de su misión es explorar el río Misuri y sus afluentes principales, estudiando una comunicación directa con las aguas del Océano Pacífico a través de otros ríos como el Columbia, el Oregón o el Colorado, buscando la comunicación más directa y practicable a través de este continente con objetivos comerciales”. Palabras del mismísimo Thomas Jefferson, fundador y tercer presidente de Estados Unidos, al explorador Meriwether Lewis en 1803, según se recoge en la publicación The Oregon Trail.
Su expedición sirvió de base para las primeras rutas hacia Oregón y el Pacífico. Fue el origen de los overland trails: el de Oregón, el de California, el Mormon Trail y otros menos conocidos y secundarios. Aunque durante décadas esos caminos explorados solo se pudieron transitar a pie o a caballo, la misión de Meriwether Lewis se toma a menudo como inicio de la llamada conquista del oeste.
La gran migración norteamericana
En busca de nuevas tierras, motivados por la fiebre del oro californiano o persiguiendo mayor libertad religiosa, durante las décadas de 1840 y 1850 se produjo un flujo constante de viajeros de este a oeste. Los caminos de los exploradores dieron entonces paso a las roderas de las caravanas. Y a lo largo de aquellas rutas se establecieron comunicaciones estables de correo y enlaces comerciales.
“Esta mañana empecé desde mi residencia, cerca de Napoleón, Indiana, el camino hacia el territorio de Oregón, al oeste de las Montañas Rocosas, aunque muchos de mis amigos hayan tratado de disuadirme”. Así arranca el diario del reverendo metodista Joseph Williams escrito en 1841, uno de los muchos testimonios recogidos en el minucioso trabajo del Digital Scholarship Lab de la universidad de Richmond.
Ese mismo año, seis meses más tarde, Williams se asentaba en el valle de Willamette, donde hoy se levantan ciudades como Portland o Salem (a muchos kilómetros de su homónima de Massachussets, conocida por sus juicios de brujería). A lo largo de las dos décadas siguientes, cerca de medio millón de personas recorrería esta ruta, el Oregon Trail, constituyendo los primeros asentamientos permanentes en el oeste de Estados Unidos.
Hacía finales de 1850, la alternativa del sur hacia California ganó en importancia. El motivo era solo uno: la fiebre del oro. A lo largo de este camino, la Butterfield Overland Mail Company se convirtió en el primer servicio regular de comunicación entre el este y el oeste del país. Sus caravanas, que recorrían el camino entre Memphis y Sant Louis y San Francisco y partían dos veces por semana, viajaban cargadas de correo y pasajeros. Tardaban unos 25 días en completar la ruta.
Su reinado, sin embargo, sería breve. En 1870, la última caravana con correo hacía su entrada en Denver, Colorado, según la historiadora Monica Weimer. La Union Pacific Railroad, fundada solo ocho años antes para llevar el ferrocarril hasta la costa del Pacífico, se encargaría a partir de ese momento del servicio de correos. El tren dominaría las comunicaciones del país hasta las primeras décadas del siglo XX con la irrupción del automóvil.
Las rutas que sobreviven
Algo más de 4.660 kilómetros separan hoy por carretera Nueva Jersey de San Francisco. Sin contar las paradas, la ruta se puede recorrer en unas 45 horas de asfalto ininterrumpido. Se hace por la línea marcada por la Interestatal 80, una de las primeras autovías de Estados Unidos. A su paso por Nevada, la I-80 sigue el camino marcado por los nativos americanos, primero, a lo largo de los ríos Truckee y Humboldt, y del overland trail hacia California, después.
Pero esta autovía no es la única carretera que sigue las rutas señaladas en el pasado. La Interestatal 84 entre Utah y Oregón se construyó en gran medida sobre la carretera US 30 que, a su vez, seguía las roderas de las caravanas que recorrieron el Oregon Trail. Lo mismo sucede en la Interestatal 76 entre Nebraska y Colorado o la US 34 entre Chicago y Colorado, construidas en parte sobre estas antiguas rutas.
Puede parecer mucho. Pero, en realidad, no ha pasado tanto tiempo entre los primeros caminos y las grandes infraestructuras de hoy en día. De hecho, como explican desde el Smithsonian, los restos de los diferentes overland trails todavía son visibles en muchos lugares del país. En algunos de los puntos más transitados se pueden ver, incluso, marcas de ruedas.
Senderos entre montañas. Sendas para recorrer a pie o a caballo. Caminos para caravanas o trazados para vías de tren. Rutas pavimentadas y autovías asfaltadas. La historia es, al final, siempre la misma. Moverse, descubrir, comunicar, conectar y comerciar. Es la historia del Homo sapiens y sus carreteras.
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