Como conductores, deseamos y necesitamos desplazarnos de un punto a otro de las ciudades modernas con nuestro vehículo, ya sea este una bicicleta, una motocicleta, un turismo o algún vehículo pesado. Durante esos trayectos esperamos que el firme se encuentre en condiciones óptimas, y nos molestamos cuando no es así porque supone una falta de seguridad al volante.
Como ciudadanos, nuestros impuestos contribuyen a mejorar el estado de la vía y a que esta se mantenga en buen estado. Te traemos un secreto a voces, un life hack para que tu ciudad demande menos impuestos en el futuro: usa la bicicleta para moverte, porque no deterioran el firme de las carreteras.
El firme se desgasta en base al peso del vehículo y factores climáticos
Puede no parecer obvio porque la carretera es sólida, pero esta se comprime ligeramente cada vez que un vehículo circula sobre ella. Poco, mucho menos de 1 milímetro por cada metro de profundidad del firme, que es la parte encargada de absorber parte de estas cargas. La coronación, la lámina bajo el firme de la carretera, se encarga de repartir el resto de tensiones.
Como sabe quien ha tenido un muelle en la mano, los objetos se comprimen porque se les aplica fuerza sobre ellos, y se comprimen más cuanta más fuerza hagamos. Con la carretera ocurre exactamente igual, con la salvedad de que no podemos observar esa deformación por ser extremadamente pequeña.
Vehículos más grandes, como camiones o vehículos pesados, comprimen más el firme. Para evitar parte de estos efectos, muchos vehículos pesados cuentan con seis, ocho o incluso más ruedas para repartir su peso en un área mayor. Cuanto más repartida la carga, menos comprimirán la carretera bajo cada rueda.
La compresión por sí misma genera poco o nulo deterioro a la vía. A los materiales de construcción no les afecta demasiado el peso sobre ellos, como ya nos enseñaron las catedrales góticas. Sin embargo, llevan mal lo de agrietarse. Es lo que se conoce como fisuración.
Estas fisuras aparecen con más frecuencia cuando se aplican otro tipo de tensiones a la carretera. Como ya explicamos en el artículo de las carreteras heladas, cuando un camión acelera o frena está comprimiendo y tracción el suelo por el que pisa en dirección a su movimiento, y son las partes de la vía que se estiran las más conflictivas.
A medida que cientos de miles de vehículos pesados aplican este tipo de carga sobre la vía, van ampliando las grietas. Microscópicas al principio, estas tienen al final cabida para una gota de agua, y es el momento en que la carretera debe ser reparada antes de que vaya a más.
Cuando el agua se cuela por estas grietas y se congela (no solo en invierno, también ocurre durante las noches) aumenta su volumen y agranda la fisura. Es posible que te estés preguntando qué tiene esto que ver con la bicicleta, y la respuesta descansa en el peso de la misma.
¿Cuánto puede pesar, de máxima una bicicleta? Las bicicletas profesionales, fabricadas en materiales como fibra de carbono, pueden rondar los 5 kg, pero lo más normal es que si nuestra bicicleta tiene ya unos años que rondemos los 15 e incluso 20 kg. Si a esto le sumamos una persona bien lucida con 100 kg de masa corporal, tenemos 120 kg de peso sobre dos ruedas, a 60 kg por rueda.
Si comparamos eso con los 1.000 a 2.000 kg que suelen pesar los turismos modernos o los 3.500 kg que pueden pesar de máxima los vehículos de carga ligeros, entramos en una horquilla de masa por rueda entre los 250 kg y los 875. Es decir, entre un 316% y un 1358% más de peso que una bicicleta, motivo por el que decimos que las bicicletas no deterioran el firme.
A menor peso, menores tensiones de compresión y tracción, y por tanto menos daño a la vía y menos impuestos futuros (al menos, para reparación de firme).
¿Por qué las bicicletas no pagan impuestos de circulación?
Muchas personas, leyendo el artículo, podrían pensar que las bicicletas no tienen que abonar el impuesto de circulación porque no deterioran el firme, pero lo cierto es que este impuesto no está relacionado con el uso de la vía per se, sino en la corrección de la tesorería de cada ciudad. De lo contrario, sería igual de costoso para cada tipo de vehículo en cada ciudad, y no lo es.
El impuesto de circulación, que en realidad hoy día se llama Impuesto para Vehículos de Tracción Mecánica (IVTM) se aplica a turismos, autobuses y autocares, camiones, autocaravanas, furgones varios…, tractores y vehículos especiales…, y ciclomotores, motocicletas y similares. Es un impuesto directo que grava la titularidad y que se fija en función de cada ayuntamiento, que tienen las competencias.
Además de recaudar, este impuesto tiene otro motivo para existir, y es el de desincentivar el uso del vehículo privado (por eso grava la titularidad y no el uso) en favor de otro tipo de movilidad. Como puede ser el vehículo público, el vehículo compartido con otros pasajeros, el pago por servicio de movilidad MaaS, así como otros vehículos con pocas o nulas emisiones de GEI por ocupante, entre los que evidentemente se encuentra la bicicleta.
El que la bicicleta no tenga que paga el IVTM es un beneficio adicional de este vehículo, cuyo uso es necesario seguir fomentando.
La bicicleta no contamina mientras circula
Decir que la bicicleta no contamina nada es válido cuando la comparamos con cualquier vehículo térmico, híbrido e incluso eléctrico, desde una motocicleta a un autobús con decenas de pasajeros.
El motivo es que durante la conducción de la bicicleta se liberan 0 gCO2 y CO2 equivalente. Es decir, no se libera ninguno de los gases de efecto invernadero (GEI) que ponen en peligro la atmósfera o la salud de los ciudadanos, y ayuda a reducir la contaminación de las ciudades.
Por supuesto, la bicicleta necesita de recambios ocasionales cuando alguno de sus componentes se desgasta o estropea, como suele ser común en las cámaras a presión.
Aunque la tecnología ha llegado hasta tal punto que hoy día es posible que los pinchazos se autorreparen en circulación con los sistemas tubeless, e incluso que las bicicletas no necesiten cámara para circular (Tannus, Bridgestone, Nexo,…). Esta última tecnología hace que una misma dure décadas en perfectas condiciones.
Incluso repercutiendo el CO2eq que suponen estos cambios en cada kilómetro realizado, la bicicleta se presenta como el vehículo más sostenible a día de hoy.
Es el vehículo más sostenible de todos, también el más asequible aunque no lo hayamos mencionado, el que menos CO2 y otros GEI emite, no paga impuestos de circulación y, además, cuida el firme de la carretera como no lo hace ningún otro vehículo.
Nosotros lo tenemos claro: la bicicleta es el transporte urbano del futuro, y mejorará no solo la calidad de vida de quien pedalea sobre ella, sino también la de las personas de su entorno.
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