A mediados del XIX las viviendas de las ciudades grandes empezaron a construirse con escalones en la entrada para evitar el estiércol
Durante la mayor parte de la historia, la humanidad ha caminado. En la actualidad los modos más usados son la movilidad activa y el uso del coche. Sin embargo, hubo una estrecha pero densa franja de la historia humana en la que el caballo se convirtió en la movilidad por defecto, una en la que su estiércol que convirtió en un problema tal que redefinió arquitectura e ingeniería.
Durante un tiempo, los residuos urbanos de estiércol de caballo eran de un volumen tal que fue necesario un complejo sistema de recogida, reforzar el sistema de alcantarillado e incluso elevar las viviendas usando escaleras en la entrada para que los desechos no entrasen fluyendo por las ventanas del bajo. Hubo un tiempo en que el estiércol de caballo redefinió la arquitectura.
Breve historia de la población de caballos
Los caballos han vivido en manadas salvajes durante casi toda la civilización humana. Aunque su uso como animal de tiro, de carga y medio de transporte no dejó de aumentar en la Antigüedad, hacia 1750 hubo una auténtica explosión de la población equina. Diferentes mejoras en la agricultura y el despliegue de la red ferroviaria hicieron posible el alimentar a tantos caballos.
El resultado fue un crecimiento continuo de la población de caballos, que dejaron de concentrarse en el campo para empezar a asistir a la población urbana. Cada año que pasaba se añadía aproximadamente un 3 % más de cabezas a las ciudades grandes. Nueva York, París, Manchester o Londres agregaban más y más equinos. Y su estiércol aumentaba en la misma medida.
Se estima que un caballo adulto puede generar algo más de 13 kilogramos de estiércol al día. Con una población de caballos reducidos o dispersos sobre el territorio, esto no tiene por qué ser un problema. De hecho, el estiércol tiene numerosas aplicaciones ecológicas e industriales. Pero hay cierto máximo al volumen de estiércol que una ciudad puede soportar, de la misma forma que hubo cierto nivel de humo por quema de carbón o hay cierto umbral de emisiones.
La gran crisis del estiércol de caballo de 1894
En 1894, Londres sufrió una auténtica crisis derivada de la acumulación no solo de estiércol, sino también de caballos de tiro que fallecían por el esfuerzo excesivo, la falta de comida o por enfermedades. Entre 1831 y 1925 Londres fue la ciudad más grande del mundo con una población de aproximadamente 4,3 millones de habitantes, en 1894 había 50 000 caballos en la ciudad.
Imagen de 1893 de la calle Morton en Nueva York | Street-Cleaning: And the Disposal of a City’s Wastes, George E. Waring
No hace falta hacer cálculos, pero es evidente que el volumen de estiércol suponía un problema logístico de importancia. Y lo mismo ocurría en Nueva York. Dice la Sociedad Histórica de Nueva York que, antes de la era del automóvil, se recolectaban unas 500 toneladas diarias de estiércol de caballo de las calles. Era el resultado de unos 62 000 caballos de 1300 establos diferentes. Vivían unos 150 caballos por kilómetro cuadrado y producían unas dos toneladas de estiércol diario en esa área.
La cólera y la fiebre tifoidea campaban a sus anchas por las ciudades. El periódico The Times escribió ese mismo año Londres estaba repleta de polvo y barro, y se hacían bromas sobre la gestión pública de los excrementos. Su concentración era inabarcable. Estos ocultaban el pavimento, taponaban los desagües y hasta entraban por las ventanas de algunos barrios.
‘The Terminal’. Entrada de oficina postal neoyorquina en 1893 | Alfred Stieglitz
El problema era tal que en 1898, cuando se celebró la primera conferencia internacional sobre planeamiento urbano en Nueva York, el tema principal fue qué hacer con el estiércol. Tres días después se disolvía al ser incapaces de imaginar una solución. Paradójicamente, el problema se redujo solo unas décadas después y la solución vino del mundo del automóvil, como se verá a continuación. Pero, ¿qué paliativos se venían aplicando durante décadas?
Ampliación de la red de alcantarillado
Ciudades como Londres o Nueva York fueron en la antigüedad grandes focos de enfermedades por hacinamiento (no confundir con densidad urbana). Aunque pocas ciudades se acercan a la Memphis (Tenesse) del siglo XIX. Tuvo epidemias de cólera o fiebre amarilla en 1849, 1866, 1867, 1873, 1878 y 1879, motivo por el cual se hizo necesario la ampliación y reforma de la red de alcantarillado.
Marzo de 1893 (izquierda) y mediados de 1895 (derecha) | Archivo histórico de Nueva York.
Algo parecido ocurría con Nueva York en 1881, año en que se funda el Departamento de Limpieza. Este tuvo en la gestión del estiércol su mayor batalla. Incluso contrataron a un ejército de barrenderos llamados White Wings.
Algunas ciudades, como Londres, encabezaron sus reformas de la red de alcantarillado décadas antes que otras. En 1815 Londres canalizó buena parte de la recogida de aguas fecales y restos sobre el pavimento. En Boston esto ocurrió en 1833, mientras que Roma lo hizo en 1865 y París esperó hasta 1880. Pero todas las ciudades tuvieron que pasar por esta medida.
Escaleras contra el estiércol
Otro de los grandes cambios arquitectónicos del siglo XIX fue la forma en que elevaron buena parte de su infraestructura, con foco en las áreas residenciales y edificios públicos. No era para menos. Como se recoge en Superfreakonomics (2009), “en los solares, el estiércol de caballo se amontonaba hasta alturas de 18 metros”. Cuando llovía era frecuente que esos montones fluyesen.
A pesar de que no solucionaba el problema en origen, elevar los pisos bajos usando una escalinata en el frontal del edificio fue la solución arquitectónica que se propagó allí donde aparecían caballos. Hoy en día se considera un elemento puramente estético, así como una barrera de accesibilidad, pero en su día supuso un alivio para los vecinos y los transeúntes que caminaban por ellas.
Imágenes | christian koch, Hardin Tibs, George E. Waring, Alfred Stieglitz, Archivo histórico de Nueva York, Nabih El Boustani
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